HISTORIA DE LOS CONVENTOS DE BURGUILLOS DEL CERRO EN LOS MANUSCRITOS DE ASCENSIO DE MORALES (S. XVIII)
Ascensio de Morales y Tercero en una carta autógrafa, fechada en Badajoz, el 26 de abril de 1754, explicaba todos los pormenores de su comisión de archivos. Una orden del Consejo de Estado dada en 1743 le encomendó la tarea de investigar en los archivos para hacer una Historia Eclesiástica de España. Sin embargo, detrás de esa aparentemente altruista misión había motivos de más calado. Al parecer, los cardenales Acquaviva y Belluga, comisionados para negociar el Concordato de 1723 habían sostenido, frente al Papa, que la grandeza de los conventos y de las iglesias de España se debía al mecenazgo de los reyes. Felipe V quiso llevar a cabo una investigación para verificar eso y de paso recuperar los legítimos derechos que con la Corona le habían dejado los señores reyes sus predecesores gloriosos en las iglesias que habían conquistado, fundado y dotado en sus dominios, y saber cuántas eran fundaciones reales. Y para llevarlo a cabo se le otorgó el cargo de oidor honorario de Sevilla con la intención de que recibiese un sueldo de 75 reales diarios para llevar a cabo su misión. Empezó investigando en Castilla, León, Asturias y Galicia, para ver la regalía de patronatos de las iglesias catedrales de Palencia, Valladolid, León, Astorga, Santiago, Tuy, Lugo, Orense, Oviedo y Burgos. Con Fernando VI se le propuso Galicia, y, finalmente, por decreto del 23 de junio de 1750 se le encargo los obispados de Cuenca, Murcia, Cartagena, Orihuela, Plasencia y Badajoz (Rodríguez Moñino, 1930: 121-136).
Su obra más acabada fueron cuatro volúmenes con documentación sobre la diócesis de Badajoz. El cuarto de esos volúmenes, conservado por duplicado en el Archivo Histórico Nacional y en la Biblioteca Colombina fue publicado en Badajoz en 1910 bajo el título de Crisis Histórica de la Ciudad de Badajoz y reeditado en la misma ciudad en el año 2006. Sin embargo, este último volumen era resumen de los tres anteriores, conservados en la sección de Códices del Archivo Histórico Nacional y que nunca vieron la letra impresa. Uno de estos tres volúmenes es la historia de los conventos del obispado de Badajoz, de los que extractamos en estas líneas lo correspondiente a la villa de Zafra.
Fue mal investigador y buen copista, se dedicó a copiar literalmente de fuentes muy concretas: las crónicas de las respectivas órdenes, los libros de profesión de cada convento y de la Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz de Juan Suárez de Figueroa. Su valor es relativo, de aquellos cenobios de los que se conserva su documentación apenas presenta ninguna novedad reseñable pero sí, en cambio, de aquellos otros en los que la documentación está desaparecida o perdida.
Y por último decir que hemos adoptado como criterios de transcripción la actualización de las grafías. Asimismo, hemos corregido sin previo aviso las erratas del propio autor y alterado aquellos signos de puntuación colocados inoportunamente, todo ello para facilitar su lectura.
CONVENTO DE RELIGIOSAS DE LA CONCEPCIÓN
Alonso Fernández de Segura, natural de Burguillos, canónigo que fue de la Iglesia Catedral de Salamanca, queriendo emplear su hacienda en servicio de Dios, por su testamento, otorogado en 11 de junio de 1525 y un codicilo en 31 de mayo de 1527, dispuso entre otras cosas que parte de ella se aplicase a la fundación de un convento de religiosos en la dicha villa en donde era natural; que éstas fuesen del hábito y título de Nuestra Señora de la Concepción y con tal que la obediencia quedase al cabildo de la Iglesia de Badajoz. En conformidad de los cual se hizo la fundación, aunque no consta el día ni circunstancia de ella, solo sí que parece que las fundadoras que vinieron a ocupar el convento luego que se hizo la obra parece eran de distinto hábito y religión por cuanto resulta que en la comisión que dio el cabildo, el año de 1532, al canónigo Fernando Vázquez para que visitase el convento se añade que puede tomar cuentas y posesiones y mudar el hábito a las monjas.
Es casa muy observante y religiosa. Estuvo sujeta al cabildo de esta ciudad hasta la celebración del Concilio Tridentino que, en conformidad de lo dispuesto por éste, pasó a la obediencia del prelado ordinario en que ha estado y está en ella. Han florecido muchas religiosas virtuosas de quienes no se ha podido adquirir relación.
CONVENTO DE LAS LLAGAS DESCALZOS DE SAN FRANCISCO
A mil pasos de la villa de Burguillos de este obispado, por la parte de ella que mira entre el mediodía y levante, está situado el convento de las Llagas de la Provincia de San Gabriel, de Descalzos de San Francisco. Admitiose su fundación en el año 1564, siendo provincial de ella el reverendo padre fray Francisco de Fonseca y ministro general de la Orden seráfica, el reverendo padre fray Francisco de Zamora. Se hizo a petición y expensas de la excelentísima señora doña Teresa de Zúñiga, Duquesa de Béjar y señora de dicha villa y estado de Burguillos, que por la gran devoción que tenía a las Llagas de Nuestro Redentor Jesucristo y del seráfico padre San Francisco quiso que este convento se intitulase de las Llagas. Murió esta señora muy a los principios de la obra, dejando para su prosecución encargada al Marqués de Villamanrique, su hijo, asignados cuatro mil ducados.
En el año de 1571, hecha ya parte de la fábrica, entraron a habitarle los religiosos en número de doce, que eran los muy precisos para los divinos oficios y otros ministerios regulares. Y después, se concluyó con limosnas que fueron dando los vecinos de aquella villa y sucesores Duques de Béjar, en cuya casa está el patronato. Sin haber establecido en su fundación número determinado de religiosos, que hoy llegan a veinticuatro, y a veces pasan de este número, con la ocasión de haber en este convento estudio de moral. Sus rentas, como todas las de las casas de su instituto descalzo, son la divina providencia, explicada en la piedad y limosnas de los bienhechores. Entre los religiosos de él que han florecido en virtud y letras se hayan noticias ciertas de los siguientes:
Fray Bartolomé de Huete, uno de sus primeros guardianes, y después definidor de la provincia. Fue religioso de gran espíritu y eficacia en el confesionario, por cuyo medio logró muchas almas para Dios y conversiones de grandes pecadores. Muy penitente y mortificado en sí mismo y ardiente en la caridad con los próximos; en la oración muy fervoroso, a cuya fuente acudía por remedio a muchas y graves necesidades que se le encomendaban y ocurrían algunas en el preciso alimento de sus religiosos que alguna vez fueron, no sin portento, socorridos por los méritos y oraciones de su venerable prelado.
Por los años de 1600 floreció en dicho convento y en él está sepultado, fray Miguel de Valencia, lego y natural del lugar de su apellido. Fue eminente en todo género de virtudes y rigidísimo en la de la penitencia, pues, aunque llegó a ser muy anciano, nunca moderó los rigores de ásperos y continuos silíceos, ayunos a pan y agua y rigurosas disciplinas, en que derramaba mucha sangre, con que llegó su razón a dominar perfectamente las pasiones. En la oración mental fue muy fervoroso y frecuente. Y para lograr más tiempo para este santo ejercicio, tomó a su cuidado el despertar siempre a maitines, indispensables en esta casa y provincia de San Gabriel, que cumplía puntualísimo, estándose orando en el coro hasta la media noche, hora de los maitines. Volvía por la mañana a prima, y oídas cuantas misas le permitían las ocupaciones de su estado, se ejercitaba después en lo que la obediencia le disponía. En la paciencia fue admirable, pues padeció muchas y penosas enfermedades con maravillosa conformidad.
El reverendo padre fray Francisco Tanco, lector emérito de sagrada teología y padre de provincial, fue natural de la expresada villa de Burguillos, en cuyo convento vivió muchos años y murió en el de 1656. Fue religioso muy reformado, muy celoso de la pura observancia de la regla seráfica e instituto descalzo. Muy docto, atento y circunspecto en todo, de afable condición y gran experiencia en negocios arduos, como lo acreditó en el célebre capítulo general que se celebró en Roma, año de 1625, al que asistió como ministro provincial que era de esta provincia. Y en varias consultas que se ofrecieron sobre unos decretos apostólicos, concernientes a la reforma de todos los regulares, así monacales como mendicantes, mereció su dictamen especial aprobación de aquel gravísimo y doctísimo congreso. Fue religioso de tan ejemplar compostura que aun con los muchos años de edad y hábito que tenía, parecía en la que observaba muy mortificado novicio. Tuvo los puestos todos de la provincia, y algunos repetidos y otros por su mucha humildad renunciados. Unos y otros cumplió y dejó en ellos fama de muy regular y observante reformado. Se ejercitó con notable desvelo en todas las virtudes y actos de mortificación. De las cosas del culto divino y del aseo de la iglesia y altares era sumamente cuidadoso. Tomó a su cargo (después de su mucha graduación) la sacristía y altares, no queriendo fiar de los religiosos mozos. Preparole el Señor con una penosa y prolija enfermedad por muchos años que sufrió con admirable paciencia hasta su muerte, que correspondió a su santa vida, y yace sepultado en dicho convento.
En el mismo convento, floreció, murió y fue sepultado, año de 1664, fray Pedro de Valdivia, confesor natural de la misma villa, de noble sangre que esmaltó con sus heroicas virtudes. Su vida fue ejemplar, y norma de cómo debe ser la de un perfecto religioso descalzo. Fue muy pobre, casto y obediente. En la oración mental continuo y fervoroso. Dormía solamente desde las nueve a las doce de la noche, en que acudía a los maitines, gastando el restante tiempo en la oración y ejercicios de disciplinas crueles y de otras asperezas. Ejercitábase todas las mañanas en oír y ayudar las misas. Y la suya decía con admirable devoción y lágrimas. Ayunaba la mayor parte del año y todos los lunes, miércoles y viernes a pan y agua, llevando continuo a raíz de las carnes un silíceo formidable.
Por los años de 1730 floreció en dicho convento el padre fray Alonso de Barcarrota, predicar general y natural de la villa de su apellido. Fue varón verdaderamente apostólico y uno de los célebres predicadores que en su tiempo tuvo Extremadura por lo que le buscaban los principales pueblos para las cuaresmas y otras funciones de lucimiento y utilidad de las almas. Logró el grado de predicar general. Fue muchas veces guardián y una definidor, con voces de provincial. En la teología expositiva fue un asombro y predicaba a todas horas que se ofreciera, de cualquier asunto con gran propiedad, abundancia de sagrada escritura y santos padres. En el Derecho Canónico Moral fue admirable por lo que continuamente era consultado de varias partes. En la mística gran maestro y en los últimos años de su vida no pudiendo ya predicar se dedicó con especialísimo celo al confesionario, donde logró para Dios alto grado de virtud en muchas de las almas que dirigía. Murió en dicho convento, dejando mucha fama de religioso docto y perfecto.
ESTEBAN MIRA CABALLOS
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