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Historia de Sevilla

Historia de Carmona

CARMONA Y LOS ORÍGENES DE SU TÍTULO DE CIUDAD

CARMONA Y LOS ORÍGENES DE  SU TÍTULO DE CIUDAD

          José Martín de Palma en sus libros manuscritos conservados en el archivo Valverde Lasarte, incluyó un capítulo titulado: "De las armas que el santo rey don Fernando dio a carmona, y de su principio y origen del título de ciudad". Él se vanagloriaba que Carmona, pese a que no obtuvo el título hasta 1630, de facto lo era desde tiempo inmemorial.

Efectivamente Carmona recibió el título de ciudad el 20 de marzo de 1630 tras pagar a la hacienda Real 40.000 ducados. El déficit de numerario de la Monarquía, en plena Guerra de los Treinta Años, era tal que a cambio de dinero estaba encantada de conceder cualquier título, ya fuese nobiliario, de villa, de ciudad, e incluso, a enajenar títulos o territorios.

Lo más interesante de la versión de José Martín de Palma, un estudio carmonense del siglo XVIII, es que según él ya era ciudad de facto desde mucho antes. Y para demostrarlo esgrimía dos pruebas: una, su condición de municipio romano en tiempos de Julio César. Y dos, la existencia un documento de 1491 expedido por los Reyes católicos en que se cita a las ciudades de Sevilla, Carmona, Écija,Jerez, Andújar, Baeza,  Úbeda y Córdoba. No hemos encontrado otros documentos en que se dé a Carmona este tratamiento salvo algún que otro error. Así, por ejemplo nada menos que en el testamento de Carlos V, dado en Bruselas el 6 de junio de 1554 se citó lo siguiente:

 

Y a todos los otros gobernadores castellanos, alcaides y sus lugartenientes, así de las ciudades de Milán, Carmona, Alexandría, Lodi, Pavía y las otras ciudades, villas, tierras y lugares del dicho Estado… (Fernández Álvarez, 1979: IV, 93).

 

           Estaba claro que no se trató más que de un error de su cancillería, pero ¡vaya error!, en un documento tan importante, en el que pusieron Carmona donde presumiblemente debía figurar Cremona. Pero cualquier argumento era válido para una persona como José Martín de Palma, dispuesto a engrandecer los orígenes de su pequeña patria chica a cualquier precio. Incluso, a costa de tergiversar la verdad histórica.

 

 

APÉNDICE I

 

Capitulo de las armas que el santo rey don Fernando dio a Carmona, y de su principio y origen del nombre de ciudad

 

Carmona, cuyas ruinas están clamando mayor grandeza que las murallas de otros insignes ciudades, cuyos alcázares bocean quien fue Carmona, cuya fábrica está diciendo haber sido fundada cuando los hombres no tenían qué hacer en el principio de su población.

           En el año de 1247 que ganó el Santísimo Rey a esta ciudad día del señor San Mateo, 21 de septiembre, viniendo el Santo Rey con su ejército en la noche del día 17, estando tenebrosa en conformidad que no se veía nada apareció un lucero tan resplandeciente que le dio luz e iluminó hasta el día con lo cual pudo el ejército entrar por el pilar de Brenes a subir por el Puerto de Matajacas y dio margen a poner el ejército en el campo del Real, el cual lucero aparecía de noche sin ser visto de los moros. Y el Rey después que le entregaron las llaves por Buceite mandó que se pusiera el escudo de sus armas, orleando con castillos y leones y que se le pusiera el rótulo: “Sicut Lucifer luce in Auro (sic), ita in Vandalia Carmona" y se enarbolaron los estandartes de la fe por don Rodrigo Ponce de León en las murallas (y) castillos.

           Carmona fue noble y muy leal a sus reyes que aunque en el día tiene nombre de ciudad, como lo tuvo en otro tiempo como lo declara Cayo Julio César en sus comentarios tratando de los soldados que fueron de Carmona en ayuda del pueblo Romano, con cuyo favor vencieron muchas batallas: “Carmonenses venerunt a longe que est fortissima civitas totius provintie betica”. Siempre Carmona ha sido leal a su Rey y fiel y después y antes de la pérdida y se verificó cuando el Rey don Enrique la deshonró por no haberle dado la obediencia hasta que supo la muerte de su Rey don Pedro y la hizo villa y en el año de 1630 por el señor Rey don Felipe III se le volvió el título de ciudad, con dosel y señoría.

Asimismo, gozaba este honroso título y nombre de ciudad como se ve en el privilegio que los santos Reyes Don Fernando y Doña Isabel que en el año de mil y cuatrocientos noventa y uno para la nueva fundación de la ciudad de Santa Fe, dos leguas de Granada, en que da licencia a nueve ciudades acudan al edificio de esta fábrica del cual privilegio pongo aquí su principio que es el que se sigue:

 

“En el nombre de Dios amen, Padre, Hijo y Espíritu Santo que son tres Personas y un sólo Dios verdadero que vive y reina para siempre jamás y de la Bienaventurada Virgen Gloriosa Santa María su Madre a quien tenemos por Señora y abogada en todos nuestros hechos y acciones y honras y servicios y del Bienaventurado Apóstol Santiago luz y espejo de las Españas y patrón y guiador de los Reyes de Castilla y de todos los santos y santas de la corte del cielo, por cuanto a los reyes y príncipes católicos pertenece y contiene la defensa en el alumbramiento de la fe cristiana contra los moros y árabes enemigos del santo nombre de Dios y de sus santos y para ello pretendemos hacer una nueva fábrica con nombre y título de Santa Fe y siendo ella la que debemos defender donde se favorezcan y ampare de la clemencia de los temporales por tanto hacemos saber a las ciudades de Sevilla, Carmona, y de Écija y de Jerez y de Andújar y de Baeza y de Úbeda y Córdoba ...”

 

(Libros manuscritos de José Martín de Palma. Archivo Valverde Lasarte. El párrafo está tomado directamente de la obra del padre Arellano).

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

SULTANES DE BERBERÍA EN EL ALCÁZAR DE CARMONA

SULTANES DE BERBERÍA  EN EL ALCÁZAR DE CARMONA

        El príncipe Muley Xeque, posteriormente bautizado como don Felipe de África, nació en Marruecos en 1566. Era hijo de Muhammad, rey de Fez y Marruecos, destronado en 1576 por su tío Abd al-Malik con la ayuda otomana y ambos fallecidos, junto a don Sebastián de Portugal, en la célebre batalla de Alcazarquivir o de los Tres Reyes. Era el último descendiente de la dinastía Saadí, la anterior a la actual que es la Alauita. Este último, con tan solo 12 años de edad, quedó sin más amparo que el de los portugueses, quienes decidieron ponerlo a salvo y enviarlo a Lisboa fuera del alcance del nuevo sultán. Nueve años permanecieron en Portugal el joven príncipe y su tío, exactamente desde el 27 de diciembre de 1578 hasta marzo de 1587.

       Muley Xeque todavía conservaba intactas sus aspiraciones de acceder al trono de Marruecos que legítimamente le correspondía. Por ello, solicitó al monarca en varias ocasiones que le entregase algunos hombres y barcos para ir a su tierra, en donde presuponía –ingenuamente, por cierto- que la gente se levantaría en armas en su apoyo y recuperaría su trono. Sin embargo, el rey Prudente, que por algo recibía ese apelativo, decidió con mejor criterio trasladarlo a España con su corte de cincuenta y siete personas. La orden se expidió el 21 de marzo de 1587 y el motivo era ajeno a los intereses de los dos príncipes saadíes, pues trataba de evitar que estos marchasen a Inglaterra, donde eran solicitados para usarlos en su propio beneficio. Su cumplimiento por el Duque de Medina-Sidonia no se hizo esperar, pues seis días después informaba que iba a proceder de inmediato a su traslado pero, a dos lugares diferentes, Utrera y Carmona, o en su defecto a El Coronil y Lebrija. Y ello por dos motivos: primero porque tío y sobrino no tenían buena relación, y segundo, para tratar de repartir los costes entre los dos municipios.

Como ya hemos dichos, la primera localidad española en la que residió fue en Carmona, una villa de la provincia de Sevilla. Al parecer, su elección se debió a que, además de disponer de un alcázar real en el que hospedarlo, poseía un cierto tamaño lo que permitía un mejor reparto de los costes entre su población. Aún así, el séquito era tan abultado que causó un notable quebranto económico a las arcas locales, así como un gran malestar entre la población. Y ello, porque los caudales prometidos para su sostenimiento se demoraron hasta el punto que se abonaron después de su marcha. Ahora bien, Carmona no parecía el lugar más idóneo, primero, por la importante comunidad morisca que albergaba y segundo por su cercanía al puerto de Sevilla. De hecho, entre 1570 y febrero de 1571 habían llegado a una villa de tan solo 3.000 vecinos un total de 1.080 moriscos, procedentes del reino de Granada. Entre la comunidad morisca carmonense había de todo, es decir, esclavos, criados domésticos, artesanos, pequeños propietarios, comerciantes y hasta escribanos, como Gregorio Muñoz de Alanís. Como veremos más adelante, estos llegaron a ofrecerle su ayuda para enviarlo al sur y reembarcarlo hacia Berbería.

Pocos días después de la llegada de la comitiva, exactamente el 28 de mayo de 1587, el corregidor de la villa, Esteban Núñez de Valdivia, anticipándose a los problemas, expidió un bando en el que exigía lo siguiente: a los “cristianos viejos” que los tratasen bien y que no les vendiesen más caro que a los vecinos de la villa, y a los moriscos que se abstuvieran de comunicarse con ellos, todo ello bajo pena de diez mil maravedís al que lo incumpliera. Pese a tales prevenciones, los problemas no tardarían en llegar como luego veremos.

Traía consigo un séquito de cincuenta y siete personas, incluyendo a seis mujeres, permaneciendo en la villa hasta febrero de 1591. Debió llamar la atención este joven príncipe de talle extremado, fornido y de perfectas proporciones, por su color de la piel moreno, lo suficiente como para que fuese conocido popularmente como el Príncipe Negro. No tardaron en aparecer los primeros problemas por el quebranto económico que suponía para una villa que todavía se recuperaba de la peste que la había asolado en 1583 y de las malas cosechas que padeció en 1587 y 1588.

En cuanto al alojamiento, tradicionalmente se dudaba en cuál de los dos alcázares que seguían en pie en Carmona se hospedó. Pues bien, está claro que no fue ni en el alcázar de la Reina, demolido en 1478, ni en el de la Puerta de Sevilla, sino en el de Arriba o de Pedro I. De hecho, en varias ocasiones el corregidor envió comisiones al alcázar de Arriba a tratar diversos asuntos con el príncipe saadí. Según Manuel Fernández López este edificio fue en otros tiempos “muy suntuoso y capaz y servía de alojamiento a los reyes cuando estos residían en Carmona”. Una fortaleza inexpugnable construida en época almohade y, posteriormente, restaurada y engrandecida por el rey Pedro I, quien se construyó dentro un palacio que era réplica del que poseía en el alcázar Real de Sevilla. Sin embargo, tras el terremoto de 1504 quedó maltrecho y desde entonces solo se realizaron pequeños reparos, por lo que su habitabilidad era ya en el último cuarto del siglo XVI más que dudosa. Realmente no parece que el alcázar estuviese perfectamente acondicionado ni que dispusiese de los enseres más básicos para llevar una vida medianamente confortable. De hecho, en la tardía fecha del 2 de junio de 1589, el alguacil Francisco López entregó al alcaide Almançor un total de trece colchones, catorce sábanas y otras tantas almohadas para las personas alojadas en el alcázar.

Dada la imposibilidad de alojarlos a todos en el alcázar fue necesario arrendar de manera forzosa un total de dieciséis casas, la mayoría de ellas situadas en la collación de Santiago. Sin embargo, el esfuerzo que debía hacer el concejo para mantener el arrendamiento de todas esas viviendas provocó que, desde el 15 de junio de 1590, pretendieran reducir a los africanos a seis o siete viviendas, teniendo en cuenta –alegaban- varios aspectos, a saber: primero, que había muchos menos que cuando se alojaron, segundo, que algunas viviendas estaban ruinosas y, tercero, que el coste del alquiler era excesivo.

Y ¿a qué se dedicaron en esta villa sevillana? Tenemos algunas noticias al respecto. Hay que empezar diciendo que entre los alojados la mayoría apenas entendía el castellano, o al menos no lo escribían. Pero al menos uno de ellos no solo lo entendía sino que también lo escribía, pues de hecho, cuando en 1589 el alcaide Almançor tuvo que firmar el acuse de recibo de los colchones declaró que no sabía la lengua pero que a su ruego lo firmó en su lugar Mohamete Benganeme.

Al año siguiente de su llegada, exactamente en julio de 1588, el sultán saadí debió vivir las fiestas solemnes que se hicieron para rogar por la gran armada que se disponía a invadir Inglaterra. Para ello se celebraron varios actos: primero, el sábado cuatro de julio se hizo procesión de rogativa hasta el convento de Nuestra Señora de Gracia, regentado por frailes Jerónimos, donde se encontraba la patrona, entonces oficiosa, de la localidad. Se trajo a la iglesia mayor para celebrarle un novenario. Asimismo, el 10 de julio, toda la clerecía y las cofradías se dirigieron en solemne procesión desde la iglesia mayor a la de Santiago con misa cantada en ese último templo. Y finalmente, el miércoles 13 del mismo mes se realizó otro desfile en el que se devolvió a la venerada Virgen de Gracia a su templo conventual.

La oligarquía local, siguiendo las órdenes del Duque de Medina-Sidonia y del corregidor, trató de complacer en lo posible al príncipe y a su corte. En el acta capitular del 16 de noviembre de 1589 se dice que los proveyeron siempre de trigo, camas y ropa y que acudían al alcázar a entretenerlo, “jugando con él”. Asimismo lo llevaban de cacería y celebraban fiestas de toros y cañas en su honor. Concretamente, el 11 de agosto de 1589, el concejo comisionó al regidor Ángel Bravo de Lagunas y al alférez mayor Lázaro de Briones Quintanilla, para que proveyesen de varas y lo demás necesario para correr toros en la plaza y para los juegos de cañas. Y ¿con qué motivo? Pues “por estar en esta villa el infante Muley Xeque, a quien su Majestad ha mandado lo festejen y regalen”.

Pese a estos agasajos, hay razones para pensar que las relaciones entre estos musulmanes y los cristianos viejos de la localidad fueron malas o muy malas. Uno de los problemas era que el príncipe era muy joven y apenas era capaz de controlar a su propia gente. Aunque bien es cierto es que la dispersión de parte de su cortejo por distintas casas de la villa no favorecían precisamente ese control.

Dado que entre el grupo de marroquíes había tan solo seis mujeres, la mayoría llevaba meses o años sin mantener relaciones sexuales. Esto fue una fuente de graves conflictos pues, algunos de ellos, al caer la noche y vestidos como cristianos acudían a casas de mujeres para mantener sexo con ellas. No parece que forzaran a ninguna de ellas sino que acudían a casas donde éstas aceptaban su entrada, probablemente a cambio de alguna compensación económica. Enterado el corregidor, ordenó que cesasen dichas prácticas, poniendo vigilancia. Como resultado de ello, una noche se supo que un musulmán había entrado en una casa donde vivían Juana Gómez, viuda, y sus dos hijas solteras. El caso es que el mahometano pudo entrar pero el corregidor y los alguaciles no, quienes tras aporrear la puerta durante largo tiempo la desquiciaron y encontraron en el corral de la casa “un moro en hábito de cristiano”. Acto seguido, el corregidor acudió a ver al príncipe saadí para solicitarle encarecidamente que prohibiese a su gente salir de noche.

Sin embargo, la situación no mejoró; el 14 de noviembre de 1589, tres criados del Xeque causaron ciertos altercados públicos por lo que se ordenó al alcaide Almançor que remitiese a los responsables a la cárcel pública, cosa que se negó a hacer. Cuando el alguacil mayor, Juan Tamariz de Góngora, los intentó apresar fue gravemente herido, provocando que los vecinos se situasen al borde de la rebelión. El corregidor tuvo que reaccionar rápido y acudir a caballo con otros alguaciles para evitar males mayores, pacificando a los vecinos y encarcelando a los tres responsables, ante el enojo del príncipe saadí. Acto seguido, se envió una comisión al alcázar para informar de lo sucedido al Infante, pero se encontraron con una sorpresa: éste lo tenía todo preparado para abandonar la villa:

 

En el dicho día en cumplimiento de lo proveído por Carmona en presencia de mi Pedro de Hoyos, escribano de cabildo, don Antonio Merino de Arévalo y don Cristóbal de Bordás Hinestrosa, regidores fueron al alcázar de Arriba y de parte del corregidor y de la villa hablaron al infante Muley Xeque al cual hallaron alborotado, vestido de camino y su caballo aderezado y muchas tiendas cargadas para irse fuera de esta villa y aunque le significaron la voluntad de la villa y del corregidor que no saliese del alcázar y porque lo que se había hecho había convenido respecto de sosegar los vecinos estaban escandalizados del alboroto y escándalo que los moros habían dado, que recogiese los moros y los quietase que el corregidor haría lo propio con los vecinos, el cual dicho infante dijo que él tenía cosas que tratar con su Majestad y le convenía partirse que él respondería a la villa lo cual respondió por la lengua que allí tenía”.

 

Como puede observarse la situación que se vivió fue extremadamente delicada y a punto estuvieron, musulmanes y cristianos, de llegar al enfrentamiento directo. Pero, ¿a dónde pretendía marcharse? Según el Duque de Medina-Sidonia su intención era ir a otra localidad más cerca de Sevilla. Y ¿con qué objetivo? Pues no lo sabemos pero, obviamente, la capital Hispalense seguía siendo por aquel entonces la gran metrópolis del sur, el puerto desde el que se podía viajar lo mismo al norte de África que al continente americano. Es posible que desde ese puerto más de un morisco pasase a las colonias indianas, aunque en el caso de Muley Xeque, lo probable es que pensase en embarcarse con destino al Magreb. Lo cierto es que el corregidor pudo convencerlo de que permaneciera en la villa a la espera de las órdenes del rey. Pero el ambiente estaba ya demasiado enrarecido; urgía su traslado a otra localidad.

También vieron con malos ojos la compra-venta de esclavos, pues Carmona poseía un notable mercado, satélite del sevillano, en el que se vendían tanto subsaharianos como berberiscos. El sultán marroquí veía mal este mercado de magrebíes y moriscos esclavos, hasta el punto que se dice que en su estancia por Castilla compró la libertad de quince o dieciséis personas. El rey fue informado que los musulmanes se dedicaban a rescatar esclavos moriscos, aunque no se ha podido verificar dicha práctica, al menos de manera masiva. No hemos podido documentar la liberación en Carmona por parte de Muley Xeque de ningún morisco, aunque sí consta alguno liberado en Utrera por Muley Nazar y otro por su homónimo, unos años después.

Por su parte, se ha dicho que al alcázar acudían neófitos del entorno a rendirle pleitesía y ofrecerles su apoyo para una posible liberación. Sin embargo, a qué clase de liberación se referían, ¿era el alcázar de Carmona una especie de cárcel domiciliaria? Pues todo parece indicar que sí; el joven sultán vivía en una situación de semilibertad, siempre vigilado por las autoridades locales y supervisado por la atenta mirada del Duque de Medina-Sidonia. El joven saadí soñaba todavía con regresar a su tierra natal, aunque fuese sin apoyos hispanos, pensando que a su llegada miles de compatriotas les mostrarían su lealtad y derrocarían al usurpador. Felipe II se negaba pero los moriscos carmonenses debían tener suficientes contactos como para facilitar su huida y embarque con destino a tierras magrebíes. Y tanto fue el riesgo que Felipe II pensó en reenviarlo al reino luso aunque finalmente se decidiera por alojarlo en la ciudad jiennense de Andújar. El rey Prudente no se fiaba de él, pues mientras a su tío Abd al-Karin ibn Tuda le concedió permiso para moverse libremente por la Península, a Muley Xeque y a Muley Nazar se lo negó, estando en todo momento vigilados y controlados. Además, en Carmona no solo había moriscos sino incluso musulmanes, unos esclavos y otros posiblemente libertos que acentuaban el miedo de la población cristiana a una posible revuelta.

Por cierto, dicho sea de paso, como una mera anécdota, que estando en Carmona Muley Xeque, en febrero de 1590, llegó un recaudador de impuestos para requisar cierto trigo y aceite que la Corona reclamaba, se trataba nada más y nada menos que de Miguel de Cervantes. Es casi seguro que en Carmona se produjo un encuentro entre ambos que le dejó la suficiente huella como para que luego aludiese a él en su obra.

No sabemos a ciencia cierta lo que ocurría en aquella pequeña corte mora de Carmona y probablemente nunca lleguemos a saberlo. Tenía un traductor lo que le permitía comunicarse con los ediles y responder a las misivas del Duque de Medina-Sidonia. Sin embargo, está claro que el descontento de los carmonenses por los costes de la corte mora y el temor a las consecuencias de esos contactos entre los hombres de Muley Xeque y los moriscos, aconsejaron su salida de la villa.

El concejo de Carmona deseaba su traslado a otro lugar, primero, por los altercados que provocaban y, segundo, por lo gravoso que resultaba su mantenimiento. A regañadientes seguía sufragando su mantenimiento, aunque solicitando encarecidamente tanto el abono de lo gastado como su pronta salida. El 16 de noviembre de 1589, el concejo de Carmona con el corregidor al frente escribía al Duque de Medina-Sidonia suplicándole su salida de la localidad, ante el peligro de amotinamiento de los vecinos. Al año siguiente, los ánimos no se apaciguaron porque acusaron al infante de moroso, al no pagar pese a haber recibido ciertas partidas de dinero. No tardaron en tomar la decisión de poner varias personas fuera de las murallas para que embargasen el numerario que le fuese llegando. En el cabildo del 7 de noviembre de 1590 se informaba que se habían embargado trece mil doscientos reales que habían llegado, depositándose en Pedro Rodríguez del Olmo. Sin embargo, volvió a comisionarse a los regidores Antonio Merino de Arévalo y Gerónimo Barba para que se entrevistasen con el infante. Estos pactaron que solo se le embargarían cuatro mil reales por encontrarse éste enfermo y necesitado; unos días después llegó una carta del Duque pidiendo que solo se le retuviesen tres mil reales, aplazando el resto de la deuda Lo cierto es que el dinero quedó retenido íntegramente, mientras la villa elaboraba las cuentas de lo que se debía y muy a pesar de la carta del Duque pidiendo que se le devolviese íntegro para que sirviese para sufragar los gastos de su salida de la ciudad. Entre el 4 de marzo y el 19 de abril de 1591 se produjeron acalorados debates en el cabildo, con el corregidor y el alguacil mayor a favor del desembargo íntegro de la cantidad y los jurados y algunos regidores votando en contra, pese a los reproches del Duque.

La decisión del traslado fue notificada por carta del Duque de Medina-Sidonia que trajo personalmente Pedro Altamirano, comisionado para gestionar su traslado, quien a su vez sugirió el desembargo de los 13.200 reales. El cabildo no pudo más que manifestar su alegría por la gran merced que se le concedía. En cambio, Muley Nazar permanecería en Utrera hasta que el monarca decidiese si lo dejaba volver a Magreb.

El resto de su vida es bien conocido, estuvo en Andújar dónde se convirtió al cristianismo. Luego, tras bautizarse en el Escorial vivió en Madrid, hasta que en 1609 marchó a Italia, coincidiendo con los decretos de expulsión de los Moriscos. En 1621 moría en Vigevano, siendo inhumado en su catedral.

 

EL SEGUNDO SULTÁN

Un segundo personaje del mismo nombre, Muley Xeque, estuvo en la Península unos años después, e incluso coincidieron en España algunos años. Tras la muerte del sultán Ahmad al-Mansur, tres hijos de su primera esposa, entre ellos Muley Xeque, y otro de la segunda, Muley Zidán, se disputaron el trono. Dado que este último obtuvo el apoyo de los otomanos, Muley Xeque se vio obligado a refugiarse en Larache y posteriormente en España para solicitar el apoyo de los Habsburgo. La imagen que transmitieron a Felipe III de él, no resultaba muy favorable, pues decían que solía estar borracho y que no era respetado por sus hombres, permitiéndoles sus vicios sin tienda ni castigo.

Las circunstancias eran ahora muy diferentes a las que vivió Felipe de África porque el reino de Marruecos estaba dividido y era posible pescar en aguas revueltas. Arribó a Portugal, concretamente a Villanova de Portimao desde donde se trasladó a Carmona. Ya en esos momentos hubo problemas financieros porque Juanetín Mortara le debió prestar el dinero de las cabalgaduras para hacer el traslado. Aunque pasaron por Utrera, todos llegaron hasta Carmona acompañando al saadí y luego los que debían hospedarse en la primera localidad regresaron a ella. Gabriel de Villalobos describió su llegada a la entonces villa de Carmona sevillana en los siguientes términos:

 

Reinando en España el rey don Felipe nuestro señor tercero de este nombre, entró en Carmona el rey Xarife que por otro nombre se llamaba el rey Muli Xeque con doscientos y treinta y cuatro moros y moras…”

 

Este segundo Muley Xeque, estuvo en Carmona justo ciento cuarenta días, comprendidos entre el 17 de septiembre de 1609 y el 4 de febrero de 1610. La primera referencia que encontramos en las actas capitulares anunciando la próxima llegada del saadí data del 12 de junio de 1609. En dicho cabildo, el corregidor Diego Flores del Carpio dio lectura a una carta del Duque de Medina-Sidonia por la que ordenaba sin réplica ninguna, obtener por vía de empréstito las camas, ropas, colgaduras y adornos del alcázar para hospedar a Muley Xeque y su gente.

Sin duda, don Felipe de África debió tener noticias de la llegada de este nuevo aspirante al trono de Fez del que él había sido el más legítimo aspirante y al que había renunciado con su conversión. Es posible que esta incómoda presencia también reafirmara su decisión de marchar a Italia. Sin embargo, este nuevo Muley no iba a permanecer mucho tiempo en España pues su idea siempre fue la de recabar el apoyo de España y retornar a su reino, donde pensaba que se le sumarían leales. A cambio de la ayuda española prometió entregarles nada más y nada menos que Larache, una plaza norteafricana ambicionada desde hacía décadas por españoles y portugueses. Un señuelo muy apetitoso que iba a decantar la balanza a su favor.

Los gastos fueron mucho menores que los que generó Felipe de África, entre otras cosas porque su estancia fue mucho más corta. Además, los arreglos en el alcázar fueron menores, pues se habían reparado con motivo de la estancia del Príncipe Negro. No obstante, hubo que volver a reparar las ventanas y las puertas y conseguir como adornos nuevas colgaduras, camas y ropas para las mismas. Para dicho efecto se comisionó al propio teniente de alcaide, Diego de la isla Ruiseco, y al regidor Antonio Barba para que las consiguiesen. Pero dado que hubo dificultades para comprarlas o alquilarlas se envió a Sevilla al regidor Juan Tamariz de Góngora para que las obtuviese en Sevilla. El descontento de la población por esta nueva carga económica fue tal que el Duque de Medina-Sidonia compelió al cabildo en junio de 1609 para que cumpliesen con lo ordenado, “considerando el servicio que a su Majestad se le hace en el hospedaje de Muley Xeque”.

Pese a todo, los gastos superaron ampliamente los cinco millones de maravedís, parte de cuya cuantía todavía reclamaba el corregidor de Carmona en 1618. Solo en alimentos para el mantenimiento del príncipe y su corte declaró el corregidor haber pagado a Gabriel de Villalobos ciento cincuenta mil reales, a razón de mil y pico reales diarios.

Pero a diferencia de don Felipe de África, el Muley Xeque mostraba un deseo inquebrantable de regresar a su tierra y las autoridades españoles querían permitírselo ante el temor de la coincidencia de su estancia con la expulsión de los moriscos. A cambio de doscientos mil ducados, seis mil arcabuces y la ayuda hispana, prometió la entrega de la anhelada plaza de Larache

En junio de 1610 el príncipe saadí estaba en Marruecos autoproclamándose sultán de Fez. Pocos meses después, exactamente el 21 de noviembre cumplió a regañadientes su promesa y entregó a las autoridades españolas la plaza de Larache. Y digo que lo hizo a regañadientes porque sabía de las consecuencias que eso podía acarrearle en lo relativo a su reputación con sus súbditos. El imperio Habsburgo obtenía así una plaza clave y que, tras fortificarla, mantendría en su poder hasta finales del siglo XVIII.

Pocos años después, en 1614 se ocuparía la Mámora. Sin embargo, el destino del príncipe de Fez sería trágico porque sus propios súbditos jamás le perdonaron su traición, al entregar a España dicha plaza. Fue una verdadera humillación para los musulmanes que condenó al Muley Xeque a una muerte segura. Se desató una verdadera guerra santa contra él, porque muchos interpretaron que había entregado la llave de Berbería, profanando las reliquias de los santos del Alcorán que allí estaban enterrados. Así, “aborrecido de los suyos fue muerto con desprecio”, siendo sucedido en el trono por su hijo Muley Abdalá. Desaparecía así el mejor rey para los cristianos el mismo que entregó la largamente ansiada plaza de Larache y el peor para los musulmanes. A diferencia del primer Muley Xeque, él siempre aspiró a regresar a su tierra, manteniendo sus aspiraciones al trono. Sin embargo, la entrega de la plaza de Larache le costó la enemistad irreconciliable de los suyos y la muerte.

Finalmente advertir de la existencia de numerosos casos de príncipes de Fez conversos que recibieron el nombre de Don Felipe de África. Además de los protagonistas de este artículo, hemos de citar al príncipe Muley Hamet que el 16 de octubre de 1636 se bautizó con el nombre de don Felipe de África, por el posible padrinazgo del rey Felipe IV. Hay noticias de otro príncipe tunecino que llegó a España en torno a 1633 y que también fue bautizado como don Felipe de África.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

ALONSO ACERO, B., Orán y Mazalquivir en la política Norteafricana de España, 1589-1639. Madrid, Universidad Complutense, 2003.

 

ALONSO ACERO, B., Sultanes de Berbería en tierras de la cristiandad. Exilio musulmán, conversión y asimilación en la Monarquía hispánica (siglos XVI y XVII). Barcelona, Bellaterra, 2006.

 

BONSOR, J., “Muley Xeque”, Memorias de la Sociedad Arqueológica de Carmona, 1887, pp. 207-215. Publicado en http://www.bibliotecavirtualdeandalucía.es/

 

BUNES IBARRA, M. Á. de, La imagen de los musulmanes y del norte de África en la España de los siglos XVI y XVII. Los caracteres de una hostilidad. Madrid, C.S.I.C., 1989.

 

BUNES IBARRA, M. Á., ALONSO ACERO, B., “Estudio preliminar” a OLIVER ASÍN, J., Vida de Don Felipe de África, príncipe de Fez y Marruecos (1566-1621). Granada, Universidad, 2008.

 

GARCÍA-ARENAL, M., RODRÍGUEZ MEDIANO, F. y EL HOUR, R., Cartas Marruecas. Documentos de Marruecos en Archivos Españoles (Siglos XVI-XVII). Madrid, C.S.I.C., 2002.

 

MIRA CABALLOS, E.: “Muley Xeque: conversión, integración y decepción del príncipe de los moriscos”, Actas del II Congreso Internacional descendientes de los andalusíes moriscos, Ojós, 2015, pp. 189-212.

 

OLIVER ASÍN, J., Vida de Don Felipe de África, príncipe de Fez y Marruecos (1566-1621). Granada, Universidad, 1955 (reed. de 2008).

 

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

 

(*) Artículo publicado en la Revista Carmona y su Virgen de Gracia. Carmona, 2015, pp. 81-86

NOTICIAS INÉDITAS SOBRE EL ALCÁZAR DE PEDRO I DE CARMONA

NOTICIAS INÉDITAS SOBRE EL ALCÁZAR  DE PEDRO I DE CARMONA

          Históricamente hubo en Carmona tres alcázares, a saber: el del rey don Pedro I –también conocido como de Arriba, Real o de la puerta de Marchena-, el de la Puerta de Sevilla o de Abajo y el de la Reina o de la Puerta de Córdoba. Este último fue mandado demoler por Isabel de Castilla en octubre de 1478, a petición del regimiento de la entonces villa de Carmona, desapareciendo para siempre. De los otros dos alcázares, es decir, el de Arriba y el de Abajo, solo han llegado a nuestros días algunos restos.

El alcázar de Pedro I, situado en el lugar más elevado de la localidad, justo al borde del alcor, fue el más suntuoso de los tres, mandado construir por Ibrahim B. Hayyay en el siglo X y sirviendo de residencia oficial al rey taifa de Carmona. En el siglo XIV fue ennoblecido por el rey Pedro I, quien mandó traer a Carmona a algunos de los alarifes y arquitectos que por aquel entonces laboraban en su alcázar de Sevilla. Los Reyes Católicos, en el siglo XV, terminaron de embellecerlo, ordenando la creación de una serie icónica de los reyes peninsulares. Asimismo, sufragaron la construcción de una singular avanzadilla defensiva en la zona noroeste, conocida como el cubete, obra del afamado ingeniero militar Francisco Ramírez de Madrid. Éste se comunicaba con el recinto amurallado a través de una escalera de espiral y su objetivo era la defensa del alcázar de posibles ataques internos de la villa, protagonizados por el alcaide del alcázar de Abajo.

Nada hacía sospechar entonces que esta majestuosa fortaleza, que alcanzó su esplendor en los siglos XIV y XV, iba a entrar en una triste agonía a partir de 1504. Dos hechos fatales se congraciaron en este año, a saber: la devastación que provocó el terremoto de Carmona de 1504, de la que nunca se llegó a recuperar totalmente, y la muerte de Isabel la Católica, la última soberana que veló por su conservación, e incluso, por su engrandecimiento. Frente a lo que se ha afirmado tradicionalmente, no fue el terremoto de Lisboa de 1755 el que lo arruinó, pues ya estaba abandonado a su suerte a mediados del siglo XVII.

Aunque conserva algunas cimentaciones y materiales de acarreo romanos, lo esencial de la construcción es plenamente medieval. Esta fortaleza inexpugnable fue construida en época almohade y, posteriormente, restaurada y engrandecida por Pedro I, quien pasó algunas temporadas en él, junto a su familia. Al parecer, construyó dentro de sus murallas un palacio que era réplica del que poseía en el alcázar de Sevilla.

           Teníamos algunas descripciones recogidas por la historiografía local, que empiezan en el siglo XVII con la obra del padre Arellano, quien describió los tres alcázares, aunque haciendo un especial hincapié en el de Arriba, así como en el cinturón amurallado que defendía la ciudad, reforzado con 118 torres. Más detalles nos proporcionaron tanto el Curioso Carmonense, en su manuscrito de finales del siglo XVIII, como Manuel Fernández López en su clásica obra decimonónica sobre la ciudad de Carmona. Gracias a dichas descripciones y a las actuales ruinas sabemos que disponía de foso, doble muralla, un patio de armas, nueve torres -entre las internas y las externas- así como dos puertas de acceso. Además, había en su interior cuatro tahonas o molinos de trigo, aljibes, noria, salones con bóvedas de ladrillo, tres patios, incluido el de armas, etcétera.

           Pues, bien, en este trabajo ofrecemos algunas informaciones adicionales. procedentes de un extenso informe, gestionado en 1592 sobre la situación del recinto. Por una Real Cédula, fechada el 24 de febrero de 1592, se solicitó al corregidor de Carmona un informe detallado sobre la situación del alcázar, de su alcaide y de los recursos que tenía para su mantenimiento. Dicha petición generó un expediente que es el que analizaremos en las páginas que vienen a continuación.

En el citado manuscrito se afirma que su fábrica era toda de sillería de piedra tosca. Al parecer, la mayor parte de los suelos, incluida la galería que llamaban de los Reyes, estaban terraplenados, es decir, estaban formados por tierra prensada. De la visita de los alarifes al edificio se entrevén algunos datos de interés. Dicen que primero visitaron la puerta de la torre del Homenaje, que es la puerta que dicen de la Piedad. Ya Fernández López, a finales del siglo XIX, citando a López de la Barrera, afirmó que esta puerta se conocía así desde la Reconquista. Asimismo, visitaron la habitación donde se ubicaban las tahonas. Fernández López las intentó buscar en diversas excavaciones que practicó en el último tercio del siglo XIX, pero nunca las localizó. Seguidamente accedieron a dos bodegas, una más grande que la otra, al aljibe, al palomar, a las caballerizas, a un pajar, a la carnicería, a la noria y a dos graneros de trigo, uno junto al pajar y el otro encima de las caballerizas. Tal como se accedía a la plaza de armas, a mano derecha, se encontraba una habitación que, según afirman, tenía bóveda de aristas y el suelo igualmente terraplenado.

Como ya hemos dicho, la parte más vistosa del alcázar era la llamada Sala de los Reyes, que tenía un entresuelo y había una gran habitación alta y otra baja. Se trataba de una extensa galería de 43 metros de largo por 9 de ancho, con ventanas orientadas a la Vega, que se encontraba, ya a mediados del XVI, en mal estado de conservación, pues el agua se calaba a la habitación alta y de ahí caía a la baja. Lo más significativo de este Salón era una serie de pinturas al fresco que enlucían sus muros internos con los retratos de los soberanos de Castilla y de León hasta los Reyes Católicos. Al parecer, se realizaron por encargo de estos últimos y, desde entonces, dicha habitación recibió el nombre de Salón de los Reyes. Era frecuente que en los alcázares Reales hubiese estas series de retratos, como los había en el alcázar de Sevilla, concretamente en el Salón de Embajadores, donde aparecen los reyes e España desde Recesvinto a Felipe III. En particular, la serie de Carmona tiene el interés de que es una de las más antiguas que se conocen. Todos los soberanos aparecían sentados, al estilo antiguo, con sus atributos reales. Junto a ellos había un solo personaje que no pertenecía a la realeza, el Cid Campeador que, para diferenciarlo de los reyes, aparecía de pie.

Dadas las humedades de la sala, a mediados del siglo XVI las pinturas se encontraban ya en mal estado, a pesar de que tenían menos de un siglo de antigüedad. De hecho, los pintores que las visitaron en 1558 dijeron lo siguiente:

Otrosí, por cuanto en la sala de los Reyes mucha de la pintura de ella está caída y quitada y es pieza principal y conviene que esté adornada y bien aderezada y porque ésta es obra que debe ser apreciada por pintores para que si Su Majestad lo quisiere mandar pintar, como solía estar. Hizo parecer ante sí a Cristóbal de Cueto y a Diego de Moreda, pintores de esta villa, de los cuales recibió juramento en forma de derecho, so cargo del cual les mandó viesen la dicha pintura y declaren lo que será menester para pintarla y reformarla como solía estar. Los cuales dichos pintores prometieron de lo así cumplir y luego vieron la dicha pintura de la sala de los Reyes y, habiéndola visto y mirado y tanteado, dijeron que les parece en Dios y en sus conciencias será menester dos mil ducados para pintar la dicha sala y reformar todo lo que conviene y que esto era así y la verdad y su parecer por el juramento que hicieron y firmáronlo de sus nombres Cristóbal de Cueto y Diego de Moreda.

 

           Debieron ser finalmente restauradas, pues, pocos años después, causaron la admiración de Felipe II, quien ordenó copiarlas en Segovia y en el castillo de Simancas. Un siglo después, las pinturas volvían a presentar un estado lamentable. De hecho, el 28 de septiembre de 1655 las visitó el célebre anticuario Martín Vázquez Siruela y declaró que la mayor parte de ellas estaban descostradas y algunas incluso totalmente perdidas. Esta vez el deterioro fue irreparable, pues nunca se llegaron a restaurar.

Como ya hemos dicho, había otra sala idéntica en la parte inferior, que medía exactamente lo mismo, 43 metros de largo por 9 de ancho. Ésta era conocida como la sala o la pieza de las Infantas, y nos consta que también tenía sus muros decorados con pinturas. Nada se nos especifica de su serie icónica, pero, a juzgar por el nombre de la habitación, no podemos descartar que contuviese los retratos al fresco de las infantas y de las reinas de España.

           Las torres eran muchas y todas ellas tenían su nombre. La torre más importante del recinto, la del homenaje, se le denominaba popularmente como la torre del Agua. De ella se decía, asimismo, que era grande y muy necesaria. Otra torre, ubicada en la esquina oriental, la llamaban popularmente como la torre de la Banda, mientras que la que caía encima de la carnicería se conocía con el nombre popular de torre de la Longaniza.

           ¿Cuándo y por qué se dejó arruinar el alcázar de Arriba? En las líneas que vienen a continuación intentaremos dar respuesta a esta pregunta. Tras el terremoto de 1504 el edificio quedó maltrecho, no obstante, los alcaides continuaron residiendo en él. Ya en 1572, don Fadrique Enríquez informó sobre su lamentable situación que, a su juicio, amenazaba ruina. Estimaba importante su reparación porque, según decía, los dichos alcázares son la defensa y guarda principal así de esta villa de Carmona como de toda esta Andalucía por ser una fuerza tan principal como es. El informe de los alarifes Cristóbal Gutiérrez, Antón Gutiérrez Navarrete y Pedro Hernández fue absolutamente desalentador. Estimaron el valor total de los arreglos entre 15.000 y 16.000 ducados, o a lo sumo para lo más básico, cuanto menos 4.000 ducados. Nadie se quiso hacer cargo de los gastos. Don Fadrique personalmente gastó algún dinero de su bolsillo y algunos tenientes también. Dice el expediente que el teniente Cristóbal de Bordás Hinestrosa gastó más de 3.000 reales en reparar su vivienda.

Pese a estas pequeñas inversiones, la situación se fue deteriorando con el paso de los años de forma que nuevamente, en 1592, se recibieron quejas sobre la situación ruinosa del alcázar. Tras llegar a oídos de Felipe II, éste volvió a escribir a su corregidor para que informase detalladamente al respecto. El corregidor Esteban Núñez obedeció la cédula y la besó y puso sobre su cabeza. Pero de nada servían los informes si nadie se hacía cargo de los gastos. El maderaje estaba podrido, los techos se llovían, la escasa artillería que había estaba prácticamente inservible, siendo la situación general absolutamente crítica.

¿A quién correspondía el reparo?, estaba claro que a la Corona. Basta leer el documento de cesión de la alcaidía para darse cuenta de que solo se enajenó el cargo, en ningún caso el edificio. Una de las cláusulas del mismo es totalmente clarificadora:

Ítem, que en cuanto toca a lo de los reparos y edificios y municiones y artillería de los dichos alcázares ha de ser como al presente es a costa de Su Majestad y de sus rentas que para este efecto y reparo se están señaladas y diputadas en la dicha villa de Carmona, pues, los dichos alcázares y edificios de ellos han de quedar como ahora lo son por propios de Su Majestad y vos el dicho don Fadrique y todos los que lo poseyeren y tuvieren por virtud de esta carta de venta y conforme a ella para siempre jamás han de obedecer y cumplir en la guarda y tenencia de los dichos alcázares y puertas con los reyes de estos reinos y sus gobernadores de ellos todo aquello que los alcaides de las fortalezas de estos reinos son obligados a hacer y cumplir conforme a las leyes de ellos…

 

El problema era que la Corona nunca tuvo la voluntad de salvar una fortaleza que ya no tenía la importancia estratégica de antaño. Todas las fortalezas de la Corona tenían unas rentas asignadas para sus reparos. ¿Qué rentas tenían asignados los alcázares de Carmona?, pues, la renta del diezmo de cal y barro de la propia localidad. Esta renta la arrendaban los alcaides y pagaban en tiempos de don Fadrique entre 30.000 y 60.000 maravedís anuales. La renta era bajísima, ínfima, teniendo en cuenta que con ella había que mantener los dos alcázares de la localidad. Por poner un ejemplo comparativo, por aquel entonces las rentas asignadas al alcázar de Sevilla se cifraban en unos 12.000 ducados, es decir, casi 4,5 millones de maravedís. Es decir, las rentas de que disponían los alcázares de Carmona suponían aproximadamente el uno por ciento de las que disfrutaban los de Sevilla. Para colmo, los barreros y los caleros interpusieron un pleito, que apelaron hasta la audiencia de Granada para no pagar dicha renta. En 1592 se decía que llevaban diez años sin abonarlas, esperando la resolución judicial.

En definitiva, el problema era que los alcázares de Carmona no tenían rentas suficientes. La Corona que en cualquier caso se debía hacer cargo de los reparos lo obvió reiteradamente porque durante siglos sus arcas estuvieron poco saneadas. El resultado de todo ello es bien conocido. Parece ser que, pese a su desastrosa situación, los tenientes de alcaide, puestos por los Enríquez, residieron en el alcázar de Arriba hasta 1649. En ese momento se desató una epidemia en Carmona y los contagiados así como los muertos fueron trasladados allí. Un documento de 1690 indicaba que en su patio de armas se hizo un osario y que desde 1650 se vieron fantasmas y con el horror se hizo inhabitable y fue motivo de no haber quedado puerta ni madera. En realidad, no debieron ser los fantasmas sino su ruinosa situación lo que llevó a su abandono definitivo. En 1590 los carmelitas pidieron autorización para sacar piedra de él con destino al nuevo monasterio que estaban construyendo. La respuesta, aunque negativa, nos da una idea de la situación en la que se encontraba ya por aquel entonces el viejo alcázar:

Ha quedado la fachada, que ni aun el tiempo parece capaz de deshacerla por estar sobre peña viva y tener nueve varas de ancho las paredes, algunas portadas, la plaza de armas que es de veinticuatro varas de alto y 15 de cuadro y es labrada de sillería y dos castillos todo macizo, algunos salones cuyo material no puede servir por ser argamasón y una fortaleza de sillería a la boca del foso que es de piedra viva para limpiar las murallas de singular estimación y fábrica. De las bóvedas se pudiera aprovechar algún ladrillo pero con gran costa y dificultad… Material caído no hay ninguno que pueda aprovechar si no es el ladrillo de las bóvedas y la sillería de la plaza de armas, castillo y fortaleza.

 

Queda claro que la ruina del edificio no se produjo tras el terremoto de 1755 como en alguna ocasión se ha dicho. Es cierto que fue desde esta fecha cuando se reconoció oficialmente, convirtiéndose desde entonces en una verdadera cantera de piedra para diversas construcciones de la ciudad. Finalmente, en 1884, la Comisión Nacional de Monumentos decidió proteger lo poco que quedaba del alcázar, comisionando para ello al erudito local Juan Fernández López. El resto de la historia es bien conocida; en los años sesenta se cedió el alcázar al Estado para la construcción de un Parador Nacional de Turismo. Y finalmente, en el año 2008 se ha conseguido la donación por parte del Estado de la parte no ocupada por el Parador, con el objetivo de preparar la zona para hacer visitas guiadas a los restos de tan señero y antaño majestuoso alcázar de Pedro I.

 

PARA SABER MÁS

 

 

-ALMAGRO, Antonio: “Los palacios de Pedro I. La arquitectura al servicio del poder”, Anales de Historia del Arte, vol. 23. Madrid, 2013.

 

-ANGLADA CURADO, Rocío y Ventura GALERA NAVARRO: “El alcázar de Arriba de Carmona”, en Castillos de España Nº 125, 2002.

 

-FERNÁNDEZ LÓPEZ, Manuel: Historia de la ciudad de Carmona, desde los tiempos más remotos hasta el reinado de Carlos I. Sevilla, 1886, (reed. en 1996).

 

-MIRA CABALLOS, Esteban: “Alcázares y alcaides en la Carmona Moderna: noticias inéditas·”, Revista de Historia Militar Nº 105. Madrid, 2009.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

EL DESAPARECIDO ARCO DE FELIPE II DE CARMONA

EL DESAPARECIDO ARCO DE FELIPE II DE CARMONA

Del famoso arco de Felipe II de Carmona teníamos algunas noticias, pues se conservan varias fotografías de finales del siglo XIX en las que se visualizaba el monumento. Sin embargo, se sabía muy poco de él, más allá de que fue construido con motivo del paso por el rey Austria por la villa y que fue demolido en torno a 1895, debido a su mal estado de conservación. Prácticamente esto era todo lo que se sabía, lo cual era más o menos correcto pero insuficiente para conocer los pormenores exactos de su construcción, su valor artístico e histórico y las circunstancias exactas que llevaron a su demolición a finales de la centuria decimonónica. Hemos consultado las actas capitulares y la bibliografía existente para dar respuesta a todas estas preguntas.

 

1.-SU CONSTRUCCIÓN

Era frecuente que efemérides como la proclamación de un nuevo rey o la presencia de éste en una ciudad o villa diesen lugar a grandes actos festivos con fastuosas ceremonias, a la erección de construcciones efímeras y, en ocasiones, hasta a obras perdurables en el tiempo1. El arco objeto de este artículo se construyó entre 1577 y 1579, varios años después del paso de Felipe II por la entonces villa de Carmona. En realidad, Carmona no fue más que un punto en su tránsito entre Sevilla y Córdoba. Había estado en la ciudad hispalense, donde fue recibido el 29 de abril de 1570, entrando por la puerta de Goles y aposentándose en la casa de Juan Antonio Vicentelo, ascendiente de los Condes de Cantillana2. Tras una estancia de aproximadamente dos semanas, el 16 de mayo salió de Sevilla en dirección a Córdoba con el objetivo explícito de pasar a continuación por Jaén, Úbeda y Baeza3. En aquella ocasión, se levantaron en Sevilla varios arcos de triunfo, realizados por grandes maestros, con numerosos emblemas reales4. Como ya hemos dicho, en ese trayecto entre Sevilla y Córdoba era paso obligado la villa de Carmona que seguramente se engalanó para la ocasión. Pues bien, años después, el concejo todavía recordaba la efeméride y decidió construir un arco conmemorativo que perpetuase la memoria de aquel acontecimiento. El emplazamiento elegido, la Puerta de Sevilla, un lugar emblemático de la villa y lugar por donde el monarca accedió al centro de la urbe. No fue la única obra emprendida por aquellos años en la villa, ya que de 1588 datan las primitivas casas consistoriales, construidas en 1588, siendo corregidor don Juan de Guedeja.

Pero retornando al arco renacentista, fue en el cabildo del 22 de junio de 1577 cuando se decidió su construcción, rematándose la obra en el maestro Juan Rodríguez5. Conviene aclarar que no se trataba del conocido cantero baztetano del mismo nombre6, sino de uno de los muchos maestros sevillanos de segunda línea a los que la dura competencia de la capital les había empujado a buscarse el sustento en los pueblos de la provincia. A mediados de siglo había trabajado en la iglesia de San Miguel de Morón, como aparejador de Martín de Gaínza, siendo despedido por este último al estimar que no realizaba correctamente su trabajo7. Años después, entre 1576 y 1578, está documentada la presencia de un cantero de este nombre en las obras de la capilla del Sagrario de la Prioral de Santa María de Carmona por lo que resulta muy probable que se trate del mismo maestro del arco que ahora estudiamos8.

La ejecución de la obra se prolongó posiblemente hasta principios de marzo de 1579. Sabemos que el 7 de abril de 1578 se compelió al maestro a acabar la obra cuanto antes, usando si fuese necesario los fondos del pósito municipal, mientras que el 23 de marzo de 1579 el cabildo designó al aparejador Zumárraga para que valorase las demasías realizadas en la obra por el contratista9. Todo parece indicar que en esta última fecha la obra estaba totalmente concluida.

Con respecto al programa iconográfico y decorativo del monumento, lo comentaremos a partir de las fotografías que se conservan. A principios de 1578 el concejo había dispuesto que en el arco figurasen tanto el escudo de Carmona -con su lucero de ocho puntas- como el escudo Real10; y así se hizo. Como se puede observar, se trataba de un monumental arco de medio punto, con pilastras almohadilladas, enmarcado en un alfiz. Justo encima, esculpido en piedra, aparecía un pequeño escudo de Carmona y, en la parte superior, un gran frontón curvo y en su interior dos alabarderos, flanqueando el escudo Real. No tiene nada de particular la presencia de dos soldados con alabardas porque, como es bien sabido, constituían la guardia de honor de los reyes, teniendo encomendada la custodia de los alcázares reales y el acompañamiento de los soberanos en sus desplazamientos. Originalmente, todo el monumento estuvo aderezado con vistosísimos colores, lo que le daba el más grato aspecto para la general atención11.

En general, el aspecto distaba mucho de las obras primorosas que Martín de Gaínza había realizado en la catedral de Sevilla o Luis de Moya en la portada plateresca de la catedral de Santo Domingo. Sin embargo, el conjunto resultaba estéticamente correcto, pese a lo cual nació desde el primer momento condenado a su desaparición. Y ello por dos motivos fundamentalmente:

Primero, por las propias dimensiones del Imperio de los Habsburgo, donde el sol no nacía ni se ponía, que imponía una estricta racionalización del gasto. Todas las fortalezas y alcázares que perdían su operatividad quedaban inmediatamente abandonadas a su suerte. De ahí que muchos castillos, fortalezas, murallas y atalayas de la España interior, que habían perdido su utilidad estratégica, entrasen en ruinas en la misma época moderna. Y es que no había ninguna potencia en aquella época que pudiese mantener una red defensiva tan extensa. Había que optar por mantener las estrictamente operativas, fundamentalmente las ubicadas en la costa, cuyas infraestructuras mejoraron desde la segunda mitad del siglo XVI, y algunas plazas claves en el interior. Los alcázares carmonenses y sus murallas estaban en una situación lamentable desde el terremoto de 1504 que acentuó dramáticamente el de Lisboa de 1755. Este último seísmo afectó especialmente a estas infraestructuras militares por su situación de abandono. Desde entonces, las puertas de la Sedía y de Morón, así como el alcázar de Arriba entraron en ruina absoluta, mientras que la Puerta de Sevilla resultó muy afectada12. De esta última fecha, datan las primeras peticiones para demoler el conjunto que, afortunadamente, no se llevaron a cabo por motivos de liquidez. Lo que sí se hicieron fueron pequeñas demoliciones parciales para evitar riesgos a los transeúntes13.

Y segundo, porque la puerta de Sevilla creo graves problemas de comunicación entre la villa intramuros y el arrabal. Y esto ocurría al menos desde los orígenes de la Edad Moderna. No olvidemos que aunque en Carmona había cuatro puertas y un postigo -o puerta falsa de pequeñas dimensiones- el tránsito más importante se hacía a través de la de Sevilla. Pero ésta resultaba ser una barrera difícilmente franqueable para carros y carruajes porque, en realidad, como escribió Manuel Fernández López, no era una puerta sino tres, a saber: una, la más externa que era el arco de Felipe II, objeto de este trabajo. Dos, un pequeño arco de herradura bajo y estrecho flanqueado por dos torretas, hoy desaparecido, al igual que el de 1579. Y tres, la arquería que hoy se conserva con su estructura romana y el gran arco de herradura islámico14. Ya en un cabildo celebrado el 12 de febrero de 1629 se aprobaron la realización de rozas en las jambas de los arcos y es posible que sea de esta fecha también el rebaje del suelo en unos dos metros15. Y todo para facilitar el tránsito de los Carros desde intramuros a extramuros. Después del terremoto de Lisboa se instó al duque de Alba, poseedor de la alcaidía, a restaurarlo por el peligro que suponía para los transeúntes. Pero más que reparos lo que hubo fueron demoliciones selectivas de almenas y lienzos de muralla16.

 

2.-SU DERRIBO

Ya hemos visto que la Puerta de Sevilla dificultaba el tránsito entre el interior y el arrabal. Tanto el arco externo de 1579 como el de herradura intermedio, seguían suponiendo un problema que el concejo quería solucionar a toda costa. Por ello, en el último cuarto del siglo XIX hubo un nuevo intento de voladura de todo el conjunto que, finalmente, quedó sólo en la destrucción del arco de Felipe II17.

A mi juicio hubo una falta total de sensibilidad artística por parte de los ediles de la época. Hacía tiempo que querían derribar el arco, y terminaron consumando su desatinada idea. Sorprende que una persona de la formación de Manuel Fernández López, defendiera la Puerta de Sevilla frente a las intenciones de derribo, pero no el arco renacentista. Decía que si derribaran la Puerta de Sevilla, los ediles que rigen la ciudad serían como nuevos vándalos, mucho más salvajes que los compañeros de Alarico18. Sin embargo, parece excluir de su soflama protectora al arco purista que le parece carente de valor:

 

En 1570, cuando la venida a Carmona de Felipe II, quiso el regimiento proporcionar al soberano paso para la villa más digno de su real persona y levantó el arco que da a la calle de San Pedro. Vale muy poco y hubiera sido mejor no pensar en él. Si no fuera por la inscripción conmemorativa que corre entre las molduras de la cornisa, nadie diría que las esculturas del frontón están hechas en el siglo XVI, época de que tan buenos recuerdos artísticos guarda Andalucía19

 

La primera vez que aparece en las Actas Capitulares la intención de derribar expresamente la arcada renacentista es el 10 de enero de 1894, siendo alcalde-presidente Antonio Cebreros y Trigueros, acordándose lo siguiente:

 

Que siendo de absoluta necesidad el derribo del último arco de la puerta de Sevilla bajando al Arrabal, por el estado ruinoso en que se encuentra parte de él se acordó llevarlo a efecto; y que por la comisión de obras públicas se haga un estudio para abrir una nueva vía por cualquiera de los lados de la puerta de Sevilla que comunique con el referido arrabal a fin de que con toda holgura puedan transitar por ella las caballerías y carruajes, para lo cual por dicha comisión se forme el oportuno proyecto, presentándolo al ayuntamiento para su aprobación20

 

        La autorización del gobernador civil llegó en diciembre de ese mismo año21, aunque todavía se demoraría algún tiempo la evaluación de los costes. De nuevo, en sesión del 15 de mayo de 1895, se leyó un informe del perito práctico de albañilería Francisco Cazar Toranzo en el que señalaba la inminente ruina del citado arco del quinientos que daba acceso a la entonces plazuela de Javier Caro22. Por ello se acordó pedir un informe al arquitecto provincial. Dos meses después, es decir, el 15 de julio, se fechó el citado informe del Gobierno Civil, a instancias de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia, que fue leído cinco días después en la sesión de plenos. El extracto del dictamen, reproducido en el acta de ese día, no tiene desperdicio por lo que me permito transcribirlo íntegro:

 

De acuerdo con el dictamen emitido por la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de esta provincia se sirve negar la autorización pedida para demoler un arco de la Puerta de Sevilla de esta ciudad, toda vez que la importancia histórico-arqueológica de él, que lo une con otro de construcción árabe, forma un monumento apreciabilísimo e importante, único en la región andaluza, reconocido así universalmente por los amantes de estos recuerdos, encareciendo a este ayuntamiento su conservación, ordenando los reparos conducentes a fin de que esté mirado con la atención que merece y a salvo de toda ruina y su cabildo acordó quedar enterado23.

 

El informe era tajante; recomendaba encarecidamente al consistorio la conservación del monumento. Su alcalde-presidente, don José Lasso de la Vega y Zayas, y los tenientes de alcalde, Sabas Marín Jiménez, Rafael Zayas Benítez y Francisco Valverde Gallegos, se dieron por enterados al igual que el resto de los ediles. Sin embargo, ni caso; el ayuntamiento estaba empeñado en solucionar el problema del tránsito, al tiempo que consideraba prioritarias y útiles otras reformas que estaba acometiendo. De hecho, hay una verdadera obsesión por adoquinar las calles, al tiempo que otorgan una gran importancia a edificios como la ermita de San Mateo, por su funcionalidad litúrgica, frente al arco renacentista24.

El derribo se debió llevar a efecto en la segunda mitad de 1895, aunque no hemos encontrado datos significativos de su ejecución. Sin embargo, el 27 de enero de 1896 se sacó a subasta el adoquinado de todo el firme de la Puerta de Sevilla y su entorno, que se remató finalmente en Antonio García Moreno, por la cantidad de 11 pesetas el metro cuadrado25. Para el entonces el arco era ya historia. Acababan así con una de las más importantes obras renacentistas de Carmona, que se mantuvo erguida en la fachada externa de la Puerta de Sevilla entre 1579 y 1895.

 

 

1 Sobre las ceremonias por las proclamaciones reales en Carmona véase LERÍA, Antonio: “Proclamación y jura Reales. El caso de Carmona” Carel Nº 2. Carmona, 2004, pp. 591-667.

 

2 ORTIZ DE ZÚÑIGA, Diego: Anales eclesiásticos y seculares de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sevilla, T. IV. Madrid, Imprenta real, 1796 (he usado la reed. de Sevilla, 1988), p.50.

 

3 Ibídem, p. 55.

 

4 MONTOTO, Santiago: Biografía de Sevilla. Sevilla, Editorial Castillejo, 1990, p. 238.

 

5 HERNANDEZ DIAZ, José, Antonio SANCHO CORBACHO y Francisco COLLANTES DE TERAN: Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, T. II. Sevilla, 1943, p. 274.

 

6 El conocido cantero de Baeza había trabajado en catedral de Murcia y en otras obras de esta misma ciudad, había fallecido en 1573, varios años antes del comienzo de la obra carmonense. Véase a GUTIÉRREZ-CORTINES CORRAL, Cristina: “Propuesta de una Base de Datos de artistas: Juan Rodríguez, cantero del siglo XVI”, en Imafronte Nº 8-9, 1992-1993, pp. 223-238.

 

7 RODRÍGUEZ ESTÉVEZ, Juan Clemente: Los canteros de la Catedral de Sevilla. Del Gótico al Renacimiento. Sevilla, Diputación Provincial, 1998, p. 426

 

8 Ibídem.

 

9 HERNÁNDEZ DÍAZ: Ob. Cit., p. 274.

 

10 Cabildo del 24 de enero de 1578. HERNÁNDEZ DÍAZ: Ob. Cit., T. II, p. 274.

 

11 Cit. en LERÍA: Ob. Cit., p. 631.

 

12 JIMÉNEZ MARTÍN, Alfonso: La puerta de Sevilla en Carmona. Málaga, Junta de Andalucía, 1989, p. 86.

 

13 ANGLADA CURADO, Rocío, Ricardo LINEROS ROMERO e Isabel RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ: “Persistencia y transformación en el urbanismo de la Carmona moderna”, Actas del III Congreso de Historia de Carmona. Carmona, 2003, p. 377.

 

14 FERNÁNDEZ Y LÓPEZ, Manuel: Historia de la Ciudad de Carmona. Desde los tiempos más remotos hasta el reinado de Carlos I. Sevilla, Imp. Y Lit. de Gironés T. Orduña, 1886 (manejamos la reed. de Carmona, 1996), p. 306.

 

15 HERNÁNDEZ DÍAZ: Ob. Cit., p. 274. ANGLADA CURADO: Ob. Cit., p. 377.

 

16 Ibídem.

 

17 LERÍA, Antonio: “Evolución urbana”, en Carmona, ciudad y monumentos. Carmona, S&C ediciones, 1993, p. 47.

 

18 FERNÁNDEZ LÓPEZ: Ob. Cit., p. 307.

 

19 Ibídem, p. 306.

 

20 Archivo Municipal de Carmona (en adelante A.M.C.), Actas Capitulares de 1894, fols. 13r-14r.

 

21 Cabildo del 12 de diciembre de 1894. A.M.C., Actas Capitulares de 1894, fols. 106v-107v.

 

22 Entre el arco de Felipe II y el gran arco árabe que se conserva actualmente había una placita que recibía ese nombre. A.M.C. Actas Capitulares de 1895, fols. 60v-61r.

 

23 Cabildo del 20 de julio de 1895. A.M.C. Actas Capitulares de 1895, fols. 99v-103v.

 

24 En el cabildo ordinario del 14 de septiembre de 1895, el alcalde manifestó como constaba a todos los señores Concejales que la ermita de San Mateo, patrono de esta ciudad, representa hechos históricos, gloriosos, de grato recuerdo para todos los habitantes de esta población, por cuyo motivo estaba en su ánimo proponer el Excmo. Ayuntamiento que el 21 del presente mes, día del santo, se celebrase una solemne función en aquella con asistencia de la Excma. Corporación. Pero como quiera que del reconocimiento practicado del edificio por el práctico en albañilería, don Francisco Cazar, resultó encontrarse casi ruinoso, no era posible llevarla a efecto, creyendo por lo tanto la absoluta necesidad (de) proceder a repararlo para su conservación. Y su Excelencia, en su vista, acordó que por la comisión de obras públicas se propongan al ayuntamiento las que sea(n) necesario ejecutar para llevarlos a efecto lo antes posible. (128v-129v).

 

25 Cabildos del 27 de enero y del 29 de febrero de 1896. A.M.C. Actas Capitulares de 1896, fols. 12v-13r y 19v-20v.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

 

(Artículo publicado en la revista Archivo Hispalense, de la Diputación de Sevilla)

UN VELÓDROMO EN CARMONA A FINALES DEL SIGLO XIX

UN VELÓDROMO EN CARMONA  A FINALES DEL SIGLO XIX

Los papeles viejos nunca dejan de sorprenderme y eso que llevo, más de tres décadas frecuentando archivos. Hace pocas semanas, buscando documentos sobre la demolición a finales del siglo XIX del arco de Felipe II, delante de la actual Puerta de Sevilla, me salió al paso otro curioso dato que, por supuesto, no buscaba.

En el libro de cabildo de Carmona del año 1895 –fols. 198v-199v- concretamente en la sesión ordinaria celebrada el 21 de septiembre de 1895, siendo alcalde presidente don José Lasso de la Vega y Zayas, se dio lectura a una solicitud de un tal José Martín Amaya, vecino de Carmona. Éste pretendía obtener licencia para construir un velódromo donde la juventud pueda dedicarse a los ejercicios viciclistas (sic). Al parecer, ya el 24 de agosto de ese mismo año había planteado la propuesta verbalmente, y desde entonces había una comisión analizando la licitación. El presidente de dicha comisión, don Rafael Zayas Benítez, manifestó al resto de los ediles que no observaba objeción alguna para la construcción de la citada instalación. En esa misma sesión se acordó acceder a las pretensiones del solicitante, cediéndole de forma transitoria, el terreno necesario en la orilla del Alcor, próximo a Santa Lucía. Un par de comentarios al dato ofrecido en dicho manuscrito:

Primero, los que somos de Carmona y conocemos el entorno de la antigua ermita de Santa Lucía, precisamente en el borde del alcor, sabemos de lo sinuoso del terreno, con bajadas y subidas y con predominio de la línea curva. Un verdadero circuito, pero que no se ajustaba bien al concepto de velódromo, aunque se utilice esta palabra en la documentación. Según el Diccionario de la R.A.E. un velódromo es un lugar destinado para carreras en bicicleta. Sin embargo, el circuito por el borde del alcor no parece que se ajustara a esa idea de celebrar carreras sino que más bien se trataba de un recinto cerrado o al menos cortado al tránsito de carros y personas, para disfrutar de un pausado y entretenido recorrido, divisando el valle desde el promontorio del albero.

Y segundo, se confirma el largo vínculo que tiene nuestra ciudad con el velocípedo y que ha dado a lo largo del siglo XX algunas figuras de relevancia en el panorama regional y nacional. La fecha de creación, en 1895, coincide con un momento de eclosión de la bicicleta, que se consideraba entonces como el vehículo del futuro, en contraposición a los de tracción animal, es decir, a los carros y carruajes. De hecho, los primeros velódromos de la época datan del último cuarto del siglo XIX; por poner un par de ejemplos concretos, el primer velódromo de Jerez de la Frontera estuvo en funcionamiento desde 1891 mientras que el de Bonanova en Barcelona se inauguró en 1893, solo dos años antes que el carmonense.

No hemos encontrado más datos sobre la puesta en servicio de este circuito. Probablemente, sus infraestructuras fueron mínimas, básicamente controlando el acceso de animales, carros y personas y señalizando el recorrido. Tampoco conocemos la duración del proyecto, ni los años que estuvo en servicio. En cualquier caso, estaremos atentos por si aparecen nuevos datos. Mientras tanto, hay quedan estas líneas para los amantes de la historia de nuestra querida ciudad de Carmona.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

LA ESTANCIA DE LA HERMANDAD DEL ROSARIO EN LA IGLESIA DE EL SALVADOR, 1810-1812

LA ESTANCIA DE LA HERMANDAD DEL ROSARIO EN LA IGLESIA DE EL SALVADOR, 1810-1812

        (Imagen del retablo mayor de la iglesia del convento de Santo Domingo de Carmona, donde tuvo su sede durante siglos la hermandad del Rosario)

        Como ya referimos en un número anterior de este mismo Boletín, en el templo de El Salvador tuvieron oficialmente su residencia canónica cuatro hermandades, a saber: la antiquísima hermandad de La Esperanza, la Sacramental, la de Ánimas Benditas y una hermandad rosariana. Esta última, de la que disponemos de poca documentación, desempeñaba una importante labor asistencial a juzgar por el art. 8º de sus reglas, aprobadas por el ordinario el 6 de julio de 1752. Concretamente decía lo siguiente:

         Ítem, ordenamos que conociendo el que alguno de nuestros hermanos o hermanas cayese enfermo en cama y que por su pobreza y pocos medios no pudiese alimentarse y medicarse para adquirir salud, siendo esto hecho presente al hermano mayor que fuese de ella para que lo noticie a los hermanos ha de ser obligado y todos a concurrir con la limosna que cada uno pudiese para socorrer al tal hermano enfermo. Y asimismo, se ha de pasar a sus casas con el rosario para con toda devoción contarle una salve a María Santísima a fin de que más le convenga para salvación de su alma y si ocurriese la muerte de alguno de nuestros hermanos o hermanas, noticiado que sea al dicho hermano mayor se ha de pasar con dicho hermano a cantarle a su cuerpo difunto un responso lo que se hará precisamente por ser así nuestra voluntad1

 

         Sin embargo, además de las corporaciones citadas, otras dos tuvieron eventualmente su sede en dicho templo, a saber: la del Dulce Nombre de María y la Imperial Cofradía del Rosario. La primera llegó procedente de la iglesia de San Bartolomé a mediados del XVII, fusionándose en poco tiempo con la de La Esperanza. Al parecer, fueron ellos los que protagonizaron una especie de revolución interna, dejando de ser una hermandad de luz para convertirse en otra de penitencia.

En cuanto a la de Nuestra Señora del Rosario del convento de Santo Domingo de Carmona, fue fundada, según José Martín de Palma, por su cuarto abuelo Alonso de Palma Hidalgo en 1512, aunque no aprobó sus primeras reglas hasta una década después, concretamente hasta el 6 de enero de 15222. La devoción de su imagen titular en Carmona fue muy grande, como prueban las muchas donaciones que recibió a lo largo de toda la Edad Moderna3.

A principios del siglo XIX se vivieron en Carmona momentos fatídicos debido a la ocupación de la ciudad por las tropas napoleónicas. La última reunión del concejo carmonense tiene fecha del 23 de enero de 1810, ante la inminencia de la llegada de las tropas francesas a la ciudad. Pero pocos años después dejaron por escrito la impresión que dejó en Carmona esta ocupación, presidida por las más execrables maldades, insultos, robos de casas y tiendas, de dineros, ropas, comestibles, caballos, ganados, atropellamiento del débil sexo, lo mismo en el pueblo que en los caseríos de los campos, caminos, haciendas y cortijos, con innumerables excesos en la profanación de los templos religiosos4. Y por si fuera poco, el nuevo gobierno francés decidió, a los pocos meses de entrar en la ciudad, convertir el convento de Santo Domingo y el de Santa María de Gracia en sendos hospitales militares, la ermita de San Antón en lazareto y lugar de cuarentenas, mientras que el de San Francisco y el Carmen se transformaron en cuarteles5. Todas las iglesias y conventos citados fueron pavorosamente despojados.

Como es bien sabido, la hermandad de Nuestra Señora del Rosario tenía su capilla propia en el convento de Santo Domingo. Así que, ante los inminentes rumores de la llegada de los franceses, entre el 23 y el 29 de enero de 1810, decidieron su traslado al templo parroquial de El Salvador. No sabemos quiénes o por qué eligieron como sede esta iglesia; sí parecía lógico que optasen por refugiarse en un santuario situado en intramuros, pero que bien pudo haber sido cualquiera de las seis parroquias que se encontraban bajo la protección de las murallas.

         Pese a la buena acogida que se les dispensó en su nueva sede provisional, nunca pensaron quedarse. No sólo por los siglos que llevaban establecidos en el viejo convento dominico sino también porque allí tenían una bonita capilla en propiedad y su bóveda de entierro. Por ello, tras la salida de los franceses, tardaron pocos meses en regresar a su sede canónica. Así, en agosto de 1812 el mariscal Soult se batió en retirada y la ciudad quedó libre de la tiranía francesa. El júbilo se adueño de Carmona y durante los días 15 y 16 de agosto hubo luminarias en varias torres de la ciudad. Nuevamente el 29 de agosto hubo fiesta generalizada en la ciudad, pues, el cabildo acordó que hubiese repique de campanas de todas las iglesias de la ciudad, con iluminación de todo el pueblo y misa solemne en Santa María con Te Deum y con asistencia de las cruces parroquiales6

Pues bien, en apenas dos meses los hermanos del Rosario estaban solicitando autorización para retornar a su primitiva residencia. Y ello a pesar de la situación dantesca en la que se encontraba tanto la iglesia de Santo Domingo como su capilla, después de haber sido totalmente despojada y saqueada. No obstante, la estructura del edificio seguía siendo sólida por lo que, tras adecentarlo mínimamente, tomaron su decisión de efectuar el traslado. Efectivamente, el 20 de noviembre de 1812, el hermano Mayor y prioste de esta hermandad solicitaba las llaves del templo de Santo Domingo para su retorno a él desde su sede provisional de El Salvador7. Poco después, en solemne procesión, su sagrada imagen era trasladada a su primitiva capilla, ante la devoción de miles de carmonenses. Habían permanecido en El Salvador cerca de tres años, celebrando allí sus cultos internos.

Huelga decir que en el exclaustrado templo de Santa Ana permanecieron poco menos de un siglo, es decir, el tiempo en el que la iglesia conventual se mantuvo en un razonable buen estado8. Pero cada vez más, las dos hermandades allí ubicadas encontraban más dificultades para mantener ellas solas todo el edificio, prácticamente abandonado a su suerte. En 1865, ambas corporaciones, la hermandad del Rosario y la del Dulce Nombre de Jesús se fusionaron e inmediatamente después comenzaron a solicitar su traslado al templo de San Pedro. De hecho, la primera petición a Palacio que conocemos en este sentido data del 16 de noviembre de 18659. El traslado tardaría en llegar, pues no se aprobó definitivamente hasta el 6 de agosto de 1899, aunque los cultos se realizaban de hecho en dicho templo al menos desde el año anterior10.

¿Por qué decidieron trasladarse a San Pedro y no a El Salvador donde tan gratamente los habían acogido durante los duros años de la invasión francesa?, Pues no lo sabemos, pero lo cierto es que no parece que ni tan siquiera se planteasen esa posibilidad. Probablemente, se trataba simplemente de una cuestión de jurisdicción; el templo de Santo Domingo se ubicaba en la collación de extramuros y, en teoría, la parroquia que les correspondía era la de San Pedro. Con toda probabilidad, los libros de cabildos de aquellos años o los de la propia fábrica de San Pedro, pueden ofrecer información que nos aclare mejor esta decisión.

1 Reglas de la hermandad del Santísimo Rosario de Nuestra Señora la Virgen María, la beatísima Trinidad y en su título de Coronación se venera en la parroquial de San Salvador de Carmona, aprobada en Sevilla el 6 de julio de 1752. AGAS, Hermandades 121.

2 ROMERO MENSAQUE, Carlos José: El rosario en Sevilla. Devoción, rosarios públicos y hermandades. Sevilla, Excmo. Ayuntamiento, 2004, p. 479.

3 Como ejemplo, citaré una donación inédita localizada en el archivo municipal de Carmona. El 15 de agosto de 1661 se reunió su cabildo y aceptaron un rosario de cuentas de coral, compuesto por cinco dieces engarzados y extremado con plata de filigrana que le habían legado en su testamento Gracia Barba de Bohórquez y Ureña y su esposo Juan Berrugo de Morales. A.P.C., Escribanía de Alonso Núñez de Parrilla 1761, fols. 830r-830v.

4 Cabildo del 25 de julio de 1813. A.M.C. Libro 228. Cit. en NAVARRO DOMÍNGUEZ, José Manuel: “La organización militar francesa en Carmona durante la guerra de la Independencia”, Actas del IV Congreso de Historia de Carmona. Carmona, 2005, p. 55.

5 Acuerdo del cabildo por el que se decidió hacer cuarteles los conventos del Carmen y San Francisco, Carmona, 30 de julio de 1810. A.M.C., Libro 225. Poco antes, por acuerdo capitular del 3 de junio de 1810 se decidió el traslado de la Virgen de Gracia a Santa María, así como de la reja de su capilla mayor.

6Acuerdo capitular del 29 de agosto de 1812. A.M.C., libro 227.

7Cabildo del 20 de noviembre de 1812. A.M.C., Actas Capitulares Lib. 228.

8 De hecho, en una visita arzobispal a Carmona, en 1880, el visitador declaró que visitó los conventos exclaustrados de El Carmen, San José, San Francisco y Santo Domingo y lo encontró todo en buen estado. A.G.A.S., Visitas 1408, R. 4, N. 1.

9 Solicitud de traslado de la hermandad del Rosario a la iglesia de San Pedro, Carmona, 16 de noviembre de 1865. A.G.A.S., Hermandades 124.

10 ROMERO MENSAQUE, Carlos José: “El fenómeno rosariano en la ciudad de Carmona. Apuntes para su estudio”, Boletín del Consejo de Hermandades y Cofradías de Carmona. Carmona, 2008, p. 44.

ESTEBAN MIRA CABALLOS

(Artículo publicado en Ecce Homo. Boletín de la hermandad de la Esperanza. Carmona, 2014, pp.50-52)

HERMANDADES DE ÁNIMAS EN LA CARMONA MODERNA

HERMANDADES DE ÁNIMAS EN LA CARMONA MODERNA

1.-INTRODUCCIÓN

El miedo a la muerte ha sido una de las grandes constantes de la Historia. Sin embargo, la respuesta que hemos dado ante ella ha sido muy diferente dependiendo de la época y de la condición social. Los epicúreos lo aceptaban con naturalidad, no temían a la muerte, pues pensaban, según Critchley, que lo que es bueno es fácil de obtener y lo que es terrible es fácil de aguantar. Pero lo cierto es que en el pasado se afrontaba la muerte con más naturalidad que en la actualidad, siempre y cuando el finado dispusiese de tiempo para disponer su alma. Además, se suponía que mostrar miedo, ira o rabia ante la muerte era algo propia de personas de baja extracción social. De hecho, durante casi dos mil años, se suponía que lo mismo patricios que nobles debían mostrar valor incluso, en el último trance de la vida. Era lo que se ha llamado hasta el siglo pasado, el bien morir, es decir una muerte digna y con honor.

          La muerte para muchos desheredados podía tener su parte buena porque era la única forma de justicia social que existía, pues terminaba por igualarlos finalmente a todos. Por ello, siguen siendo un consuelo para las personas que clamamos por la justicia social los versos que Jorge Manrique dedicó a la muerte de su padre y que, cinco siglos después de ser escritos, siguen teniendo plena vigencia:

Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir;/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ y consumir;/ allí los caudales,/ allí los otros medianos/ y más chicos;/ y llegados, son iguales/ los que viven por sus manos/ y los ricos.

 

Bien es cierto, que la clase pudiente se empeñaba en prolongar la desigualdad más allá de la muerte. Las pompas fúnebres y las misas a perpetuidad intentaban que los ricos tuviesen un mejor lugar en la otra vida frente a los pobres desheredados que no disponían de recursos para pagarse una mísera misa por la redención de su alma. La muerte no igualaba porque era el último acto social del finado. Un enterramiento acorde a su rango social, con acompañamiento de frailes, clérigos, capellanes y hermandades, con blandones y con memorias perpetuas de misas. Hasta en la muerte había obligación de hacer una ostentación social acorde con el rango de cada cual. De hecho, en el folclore de la villa de los Pedroches (Córdoba) el pueblo cantaba en los entierros la siguiente estrofa:

Cuando se muere algún pobre,/ ¡qué solito va el entierro!/ y cuando se muere un rico/ va la música y el clero1.

 

Hasta el cielo podía ser diferente, dependiendo de la condición social del finado, como reza el epitafio de la familia Monroy que aparece en la Catedral V. En la Catedral Vieja de Salamanca:

Aquí yacen los señores Gutiérrez de Monroy y doña Constanza de Anaya, su mujer, a los cuales dé Dios tanta parte del cielo como por sus personas y linajes merecían de la tierra2.

 

        Por eso las misas, las fundaciones de capellanías y obras pías se hicieron frecuentes para garantizar la salvación de las almas. Desde que el Concilio de Trento consagró la existencia del Purgatorio, nadie que tuviese posibilidades económicas se olvidaba de disponer sufragios por su alma, para abreviar lo más posible su paso temporal por el purgatorio. También existía la posibilidad de afiliarse a alguna hermandad de ánimas, que por una pequeña cuota anual, podía garantizarse dichos sufragios.

 

2.-COMUNICACION ENTRE VIVOS Y MUERTOS

          Aunque se conocen algunas hermandades de ánimas fundadas en el siglo XIV, como la de Pedroñera y Carboneras, ambas en la provincia de Cuenca3, su impulso llegó tras el concilio de Trento, cuando se fundamentó la existencia del Purgatorio4. La mayor parte de las cofradías de Ánimas se fundaron en la segunda mitad del siglo XVI y a lo largo del XVII. Y es que desde el Concilio de Trento se reforzó la idea de la intercesión de los vivos sobre las almas de los difuntos. Los protestantes habían negado la existencia del Purgatorio, al estimar que el destino de las ánimas no dependía de los hombres sino exclusivamente de Dios.

En contraposición, en Trento se reafirmó la existencia del purgatorio y la necesidad que había de que los vivos rezasen por los muertos para facilitar su salida del purgatorio y su ingreso en el cielo. El purgatorio católico se representaba exactamente como el infierno y allí iban las almas a purificarse antes de pasar al cielo. La única diferencia real con el infierno era el alivio que suponía que fuese solo un período transitorio5. Se ratificó la existencia del purgatorio y la necesidad que había de que se rezara por las ánimas de los difuntos para una más rápida salida hacia el cielo. Es decir, los vivos nada podían hacer por los muertos. En contraposición, en Trento se reafirmó la existencia del purgatorio y la necesidad que había de que los vivos rezasen por los muertos para facilitar su salida del purgatorio y su ingreso en el cielo.Por ello, las cofradías de Ánimas tenían un doble objetivo: Uno, asistencial pues trataban de asistir a sus hermanos en el trance de la enfermedad y la muerte. Y otro, caritativo, pues mediaban por las almas de los difuntos, acelerando su tránsito desde el Purgatorio al Cielo. Como ha escrito Carlos Romero Mensaque, las almas eran sometidas a tales penitencias que parecían estaban más en la antesala del infierno que del cielo6.

Rara fue la parroquia que no contó desde finales del siglo XVI o principios del XVII de una hermandad de ánimas. La ciudad de Sevilla poseía hermandades de ánimas en todas las parroquias desde el siglo XVI, la mayoría de ellas con aprobación del obispado7. Y lo mismo podemos decir de Carmona, donde existieron cofradías en todas las parroquias, e incluso, en el convento de Santa Clara.

 

3.-HERMANDADES DE ÁNIMAS EN CARMONA

          En Carmona, las cofradías de ánimas fueron muy precoces, pues prácticamente todas las parroquias dispusieron de ellas desde el siglo XVI. Se conocen siete hermandades de Ánimas, tantas como parroquias había en la localidad. Casi todas fundadas en el siglo XVI. Pero debemos advertir que, con anterioridad a su constitución con hermandad, encontramos donaciones en los testamentos a la cera de las ánimas, evidenciando que la devoción precedió a la aparición legal de dichas corporaciones. A continuación mostramos un cuadro con las hermandades de Ánimas de Carmona, ordenadas por sus ingresos anuales.

Cuadro I

Las cofradías de Ánimas de

Carmona en el siglo XVIII8

 

COFRADÍA

INGRESOS

(año 1717)

PRIOSTE

(año 1798

Ánimas de la iglesia de San Pedro

162.928

José Montero

Ánimas de la iglesia de San Blas

63.240

Juan Caro Losilla

Ánimas de la iglesia de Santa María

51.000

Jerónimo Acuña

Ánimas de la iglesia de San Bartolomé

48.620

Ramón Benítez

Ánimas de la iglesia de San Felipe

17.000

Pedro Ruiz

Ánimas de la iglesia de Guadajoz

4.080

¿?

Ánimas de la iglesia de Santiago

¿?

Juan María Rodríguez

Ánimas de la iglesia de El Salvador

¿?

Juan José Mejías

Ánimas del convento de Santa Clara

¿?

La abadesa

TOTAL

346.868

 

 

 

Ya comentamos en otro número de esta misma publicación que, aunque hoy están casi todas extinguidas o fusionadas con otras, como la de San Pedro fusionada con la Humildad a mediados del siglo pasado, antaño fueron corporaciones bastante populosas y algunas hasta poderosas social y económicamente. En Carmona había hermandades Sacramentales y de Ánimas en las siete parroquias de Carmona y en la de Guadajoz, más dos Sacramentales en los conventos de Madre de Dios y Santa Clara, y una de ánimas en este último cenobio. En total 19 cofradías de un total de 38, es decir, justo el 50 por ciento del total de corporaciones. Se trata de una proporción muy elevada, y bastante superior al 16,31 por ciento que suponían en el partido de Badajoz y al poco menos del 20 por ciento que representaban, por esas mismas fechas, en la provincia de Córdoba9.

          Los titulares de estas hermandades era con frecuencia un lienzo en el que se representaban una muchedumbre de personas purgando sus penas en el purgatorio. A veces, como el retablo de la hermandad de Ánimas de San Pedro, se optaban por colocar en la tabla principal un Juicio Final con ángeles trompeteros, y a un lado las ánimas destinadas a salvarse y al otro el infierno, con las almas de los pecadores10. A veces optaron por adoptar como titular a intercesores como la Virgen del Carmen, el arcángel San Miguel, portando una balanza donde pesaba las acciones buenas y malas, algún santo, o incluso, un crucificado.

Solían ser cofradías abiertas aunque encontramos algunas que eran cerradas a alguna comunidad, de monjas, frailes o clérigos. Conocemos varias de ellas, como la hermandad de Ánimas del convento de Santa Clara de Carmona, la de clérigos de San Joaquín de la iglesia de Santa Ana de Sevilla o la de la Conmiseración de las Ánimas Benditas, fundada en el convento de Santa María de Gracia de Sevilla, e integrada, curiosamente, por monjas y frailes dominicos de Sevilla11. Salvo algunas corporaciones de monjas, el resto de las hermandades estaban formadas por varones, aunque evidentemente el seguro también se ampliaba a la esposa y a los hijos del hermano. Y en algunos casos, era tal el volumen de féminas que se planteó la erección de otra hermandad anexa, formada por mujeres que gestionase los sufragios y entierros de las mujeres. Así en un cabildo de la hermandad de Ánimas de la iglesia de San Pedro de Carmona, del 19 de mayo de 1782, se planteó crear otra hermandad de mujeres, regida por féminas pero sufragada de los ingresos de su matriz masculina12.

A continuación trazaremos una breve reseña de las más importantes hermandades de Ánimas de Carmona. Probablemente la más antigua, o al menos la que antes aprobó sus estatutos fue la de Santa María. De hecho, nos consta la aprobación de sus primeras reglas ante el ordinario eclesiástico en 156513.

También la de San Pedro debía ser muy antigua, pues en la ermita de Nuestra Señora de la Antigua que había donde después se ubicó la parroquial de San Pedro, ya había una hermandad dedicada a las Ánimas del Purgatorio Sin embargo, sus primeras ordenanzas no fueron aprobadas por el ordinario hasta 1567, aprobando nuevas reglas ante el Consejo de Castilla a principios del siglo XIX14. Disfruto de abundantes rentas, procedentes de propiedades urbanas que arrendaba, así como de distintos censos y tributos15. Tantas eran sus rentas que en 1717, excluyendo a la Universidad de Beneficiados, fue la corporación que más contribuyó en el impuesto del situado.

          La hermandad de San Blas se fundó en el siglo XVI, en fecha que desconocemos. El dato más antiguo de que disponemos de ella es de 1592, cuando se aludía a un tributo que poseía16. Conocemos los nombres de algunos de sus priostes de finales del siglo XVII, como Francisco de la Barrera Montes de Oca (1684), Teodomiro Ignacio Pacheco (1685) y Pedro Bernal, sacristán Mayor de San Blas (1686)17. En 1717 de una cierta capacidad económica, pues tenía unos ingresos superiores a los 63.000. Se conservan libros de cuentas de esta hermandad entre 1794 y 1850 a través de los cuales sería posible hacer un seguimiento más particularizado de sus ingresos y de su capacidad económica.

La de San Bartolomé debió ser fundada también en la segunda mitad del siglo XVI aunque, aunque de momento no disponemos de datos. Se conserva bastante documentación sobre esta corporación en el archivo parroquial aunque el más antiguo es un cuadrante de misas de difuntos que celebraba desde 1628. Dispone asimismo de libros de asientos de hermanos entre 1691 y 1769 y de libros de cuentas entre 1757 y 1841, además de otras escrituras patrimoniales18. En 1717 sabemos, por el impuesto del situado, que disfrutaba de unas rentas de 48.000 maravedís anuales. Disfrutaba desde finales del siglo XVII de una casa en la calle del Horno Palomino, collación de San Bartolomé que arrendaba y de otra casa en la Barbacana, que a mediados del siglo XVIII estaba arruinada por la que la cedió a un tal Francisco Duarte para que la reparara y, a cambio, pagase un tributo perpetuo a la citada hermandad19.

          El resto, es decir, las de San Felipe, El Salvador, Santiago y Guadajoz disponían de rentas mucho más modestas, aunque cumplían mínimamente con su cometido de celebrar sufragios por sus hermanos finados. La de San Felipe sabemos de su existencia en la temprana fecha de 1571 cuando Juan Barba le dejó en su testamento una pequeña limosna de dos reales20. En el archivo de San Bartolomé se conservan algunos documentos sueltos de los siglos XVII y XVIII y también encontramos algunos cabildos en el Archivo de Protocolos. Por uno de esos documentos sabemos que hasta el 30 de noviembre de 1679 había sido prioste Manuel López de Meneses, y en ese día eligieron por nuevo prioste a Diego Rodríguez21. En 1755 disponían de media casa en el Berrocal que la hermandad había recibido por medio de una capellanía y que arrendaba por 20 ducados anuales, pagados en tercios22.

De la hermandad de El Salvador tenemos tan solo algunas referencias que aparecen en las cartas que formalizaron en el Archivo de Protocolos. Conocemos algunos de sus priostes, como Francisco Canelo que salió en 1675 mientras que, en 1757 desempeñaba el puesto nada menos que el maestro tallista Miguel de Gálvez, autor entre otras obras del retablo mayor de la iglesia de las Agustinas Descalzas y, finalmente en 1798, era su prioste Juan José Mejías. El 2 de agosto de 1685 Juana de la Cruz, vecina de la collación de El Salvador, en la calle Sancho Ibáñez declaró ser hermana de dicho instituto, así como de la Sacramental de su parroquia. Disponían de algunas casas en propiedad, una en la calle Sancho Ibáñez que en 1769 alquilaban por 30 ducados anuales y en 1790 por 2823 y otra en la calle Real, que en 1757 se arrendó por un precio de 36 ducados24.

          De la de Santiago también tenemos algunas noticias muy fragmentarias. En 1772, 1782 y 1787 figuraba como su prioste, Ignacio de Araos y Cabrera, presbítero de la iglesia de Santiago, por lo que es posible que estuviese al frente de la misma durante más de tres lustros, aunque la elección se hacía anualmente. Finalmente en ese año de 1787 desistió de su cargo por sus muchas ocupaciones y se eligió en su lugar a Mateo del Pino25. Poseía algunas rentas, entre ellas un censo a su favor de 440 reales de principal que rentaban 22 reales anuales, formalizado el 17 de abril de 1636 sobre las casas de morada de Bárbola Castellanos, viuda de Bartolomé Romero26. Y ya en el siglo XVIII, Alonso Espinosa, en su testamento fechado el 17 de septiembre de 1768 dejó su casa en la calle de Calatrava, collación de Santiago, a sus sobrinas en usufructo mientras vivieran y luego pasaran a propiedad de la hermandad27.

La de Santa Clara aprobó sus reglas en 1633 bajo los auspicios y de la abadesa y primera prioste sor María de Mendoza Tamariz28. El objetivo de la misma era ofrecer cera en el entierro de las hermanas, y todos los sufragios que las limosnas permitiesen, así como una misa solemne por las ánimas el primer lunes de cada mes y un aniversario en noviembre con vigilia y misa cantada29. Pocas décadas después tenía capital suficiente como para prestar a María de la Barrera 1.100 reales, a cambio de un tributo a anual de 55 reales30. En el archivo conventual se conserva el libro de hermanos de 1746 a 1867 y otro de cuentas de 1786 a 183631.

          Hasta aquí este pequeño artículo sobre estas singulares hermandades que aunque actualmente pertenecen al pasado, formaron parte de la vida, de la mentalidad y de la idiosincrasia de los carmonenses de ayer.

 

APÉNDICE

 

Documentos sobre las hermandades de ánimas carmonenses en el archivo de protocolos de Carmona.

 

AÑO

RESIDENCIA CANÓNICA

DOCUMENTO

4-2-1565

Santa María

Carta de poder de Juan Rodríguez Pinto, Alonso Hernández Ortiz, Francisco Pérez espartero, Juan de Veas, Bartolomé Pacheco, Miguel López, zapatero, Cristóbal Vázquez, calcetero, Bartolomé de Úbeda, zapatero, Andrés de Vega, Gonzalo Barranco, Rodrigo Pérez, Francisco Moreno, Cristóbal Gutiérrez, Cristóbal Navarro, tejedor, Pero Martínez Cadenas, sastre, vecinos de Carmona y hermanos de la cofradía de las Ánimas del Purgatorio que ordenamos e instituimos nuevamente en Santa María y dan poder a Alonso Guillen, clérigo presbítero, vecino de Carmona, para que suplique y pida al provisor del arzobispado la aprobación de los capítulos y constituciones que lleva para que los guardemos los hermanos.

(APC Alonso de Marchena 1565, fols. 53r-54r)

17-11-1573

Santa María

Beatriz de Monroy, vecina de Carmona, en la collación de Santa María, deja un real a la cera de las Benditas Ánimas de la iglesia de Santa María. .

(APC Juan Rodríguez 1573, fols 204v-206r)

 

1594

San Felipe

Testamento de María Sánchez del Corral, viuda de Juan Gutiérrez de Marchena, 1594. Es hermana de las cofradías del Santísimo y de Ánimas de San Felipe. Dos reales a cada una

(APC, Juan de Medina 1594)

1603

San Pedro

Pedro Sánchez, prioste de la cofradía de las Ánimas de San Pedro arrienda unas casas propias de la hermandad, abajo del Postigo, en la calle que dicen de Maqueda”, por un año a contar desde el día de San Juan, por un precio de 14 ducados anuales, a Alejos Gavira.

(APC, Alonso Sánchez de la Cruz 1603, fols. 310v-311v).

22-7-1604

San Pedro

Bernardo de Celada, curtidor, vecino de esta villa de Carmona en la collación de S Pedro, por la devoción que le tiene a las ánimas del Purgatorio dona como limosna a la hermandad, para que recen por su alma unas casas que tienen cuerpo bajo y otro alto en la collación de San Pedro, calle de Sevilla que lindan hacia la parte de abajo con la plaza y otras casas grandes mías y por arriba con casas de María Gómez de viuda de Francisco González, espartero, libres de censo. Anula un testamento anterior en el que dejó a la hermandad un cortinal.

(APC A Sánchez de la Cruz 1604, fols. 520v-524r)

27-8-1633

Santa María

Testamento del licenciado Francisco Gutiérrez de la Vega, capellán de la capellanía que fundó en la iglesia de Santiago de Carmona Martín López de la Cueva. Declara ser hermano de las cofradías del Santísimo Sacramento y Ánimas del Purgatorio, sitas en Santa María de esta ciudad, por lo que pide y ruego a los priostes y hermanos mayores que le acompañen con su cera el día de mi entierro y le digan los sufragios que acostumbran cuando fallecen los hermanos.

(APC, Alonso Escamilla 1633)

 

17-4-1636

San Pedro

Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Pedro, del 25 de abril de 1636. Se reunieron Alonso de Ojeda, prioste, Miguel Rodríguez, Alonso Martín de Nava, Diego López Moreno, Francisco de la Barrera, Bartolomé Naranjo, Alonso de la Cruz de Arjona, Antonio Cansino, Bernabé Gutiérrez, Domingo Pérez, Juan Sánchez Garabito, Blas Ruiz, Luis Romero, vecinos de Carmona y otorgaron poder al prioste para que redima el censo de 440 reales de principal y 22 reales de renta que contrajo Juan López, difunto, sobre sus casas en la calle de los Mármoles. La citada casa fue vendida a Marcos García y éste lo quería redimir. Unos días después dieron poder para formalizar la redención del censo.

APC, Gregorio Alanís 1636 fols. 518vr-520v)

 

17-4-1636

Santiago

Bárbola Castellanos, viuda de Bartolomé Romero, vecina de Carmona en la collación de Santiago, recibió 440 reales a cambio de formalizar un censo sobre sus casas de morada a favor de la hermandad de Ánimas de Santiago, comprometiéndose al pago de 22 reales anuales,

APC, Gregorio Alanís 1636 fols. 521r-524v)

 

30-1-1655

San Bartolomé

Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Bartolomé, con la presencia de los siguientes hermanos: Juan Guerra, Bonifacio Rodríguez, Francisco Gil, Antón de Escamilla, Juan Valenciano, Juan de Hoyos, Juan Bautista, Alonso Bravo, Juan Alberto, Diego Caballero, Juan de Baeza, Bartolomé Valenzuela, Bartolomé Sánchez, Antonio del Hierro, Francisco Andrés y José de la Barrera. Prioste saliente Cristóbal de León; nombraron por nuevo prioste, por un año, a Juan de Hoyos, maestro espartero vecino de esta ciudad. Y por alcaldes a Alonso Bravo, Juan Bautista y Francisco Andrés y José de la Barrera. Y por contadores: Juan Guerra y a Juan Alberto. .

(APC Miguel de Bugar 1655, fols. 186r-186v).

7-9-1674

Santa Clara

María de la Barrera, viuda de Juan de Campos, y su hijo Juan de Campos, vecinos de Carmona, en la calle de los Chamorros, collación de San Pedro, otorgan que venden 55 reales de renta anual y tributo en moneda de vellón, a pagar por tercios de cada año a la cofradía de las Animas de la iglesia de Santa Clara de Carmona y a doña Marina Adalid, monja profesa en su nombre. A cambio recibió 1.100 reales de vellón. Sitúan la renta en sus casas de la calle Chamorro en unas viñas y en un olivar.

(APC Miguel de Vergara 1674, fols. 423r-424v)

1675

El Salvador

Cabildo en el que salió electo por nuevo prioste Francisco Canelo, que aceptó el cargo.

(APC, Miguel de Vergara 1675, fols. 574r-574v)

30-11-1679

San Felipe

Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Felipe, con la presencia de los siguientes hermanos: Manuel López de Meneses, prioste, licenciado Fernando García, licenciado Luis Barrasa, presbíteros, don Francisco Adalid Barba, Diego de Morales, Diego de Cárdenas, Francisco Sánchez, Pedro García, Antonio de Matos, Francisco Rodríguez, Domingo Alonso, Pedro de Acosta, Francisco Mallen y Francisco Paredes. El prioste dijo que no podía continuar en el cargo por sus muchas ocupaciones y nombraron por unanimidad a Diego Rodríguez.

(A.P.C, Pedro Ignacio Vidal? 1679, fols. 750r-750vb)

1-7-1685

San Blas

Cabildo de la cofradía de las Benditas Ánimas de San Blas, con asistencia de los siguientes hermanos: el licenciado Agustín de Biedma y Osorio, beneficiado, el licenciado Lorenzo de Villarreal, el licenciado Juan de Carmona Hidalgo, el licenciado Juan Antonio de Cabrera, vice- beneficiado, el licenciado Gonzalo de Torres, cura de ella, Pedro Bernal, Andrés González, Francisco Pacheco, clérigo de menores, Juan Bernal, Juan Antonio Tomé de Palma y Juan Rodríguez Castellanos. Manifestaron que no tenían prioste, por muerte de Francisco de la Barrera Montes de Oca, nombraron por unanimidad por nuevo prioste a Teodomiro Ignacio Pacheco.

(A.P.C. Escribanía de Juan Antonio Benítez 1685, fols. 314r-314v).

2-VIII-1685

El Salvador

Testamento de Juana de la Cruz, vecina de Carmona a la calle Sancho Ibáñez, collación de El Salvador. Declara que se entierra en la bóveda de la fábrica de El Salvador de donde es parroquiana. Manifiesta ser hermana de las hermandades de las Benditas Ánimas del Purgatorio y del Santísimo Sacramento, ambas de la iglesia de El Salvador. Que los hermanos mayores le diesen los sufragios que correspondan y acompañen su cuerpo con la cera con la que se acompaña a otros hermanos. Carmona, 2-VIII-1685

(APC, Juan Antonio Benítez 1685, fols 322r-324v).

26-8-1686

San Blas

Cabildo de la hermandad de Animas de San Blas, en presencia de los siguientes hermanos: Juan de Carmona, presbítero vice-beneficiado de San Blas, Juan Rodríguez Castellano, Francisco de Palma, Diego de Olivares, Andrés de Barrios, Juan García, Alonso Cordero, Sebastián Barroso, Francisco Rodríguez y Pedro Bernal, sacristán mayor de San Blas. Designaron prioste a este último porque estaba vacante la plaza.

(APC Juan Antonio Benítez 1686, fols 943r-943v).

25-5-1687

San Pedro

Cabildo de la hermandad de Animas de San Pedro, en presencia de los siguientes hermanos: Miguel de Montoya, prioste, Mateo de Herrera, Antonio Caballero de Liñán, Juan Manuel Martínez, Gaspar de la Barrera, Juan de Santiago, Francisco Duarte, Andrés de Lebrija, Fernando Martín, Antonio de Bares, Ignacio Pérez, Francisco del Raso, Francisco Antonio Pavón, Francisco de Fuentes, Miguel Muñoz y Alonso Núñez parrilla. El prioste dijo que bien sabían los presentes como la cofradía tenía un tributo de 100 ducados de principal de que pagaban réditos Pedro Ruiz y su mujer, difuntos, impuestos sobre unas casas que tenían en la calle de Vidal, linde con casas de la capellanía de Juan Adame, que la mitad eran suyas y la otra mitad de una su hermana y cuñada. Y sobre ellos estaban otros dos tributos de 100 ducados, por lo que los hijos menores de Pedro Ruiz no podían afrontar el pago del tributo y que la justicia pretendía obligar a pagar a los menores, subastando sus medias casas. Y se valoraron por alarifes en 5.000 reales, por estar recién labradas y que el prioste quería coger las dichas casas en el aprecio hecho por los alarifes, lo cual fue ratificado por los hermanos presentes.

(APC, Alonso Núñez parrilla 1687, fols. 201r-202v).

17-12-1694

San Bartolomé

Se reunieron de una parte Gonzalo Caraballo, jurado y prioste de la cofradía de Ánimas y, de la otra Andrés Pérez, y acordaron que este último arrendaba una casa que la citada hermandad poseía en la calle del Horno Palomino, collación de S Bartolomé, que lindan con casas de Teodomiro de la Concha y con otras de los herederos de Lucas Roales. El contrato entraría en vigor a partir del día de San Juan Bautista de 1695, por un precio de 11 ducados anuales, pagados en tres tercios.

(APC Diego González de la Concha 1694, fols. 979r-979v).

22-1-1696

San Pedro

Cabildo de la cofradía de Ánimas de San Pedro, con presencia de los hermanos: don Luis de la Barrera, presbítero beneficiado de la dicha iglesia, don Juan de Úbeda Navarro, presbítero beneficiado de ella, don Fabián de Luna, presbítero cura de dicha iglesia, don Juan de la Barrera, familiar del Santo Oficio, Juan Navarro, Diego Guillén, Antonio González, José de Luna, Miguel de Montoya, Juan del Trigo, Antonio de Aguilera, Miguel Muñoz, Francisco de la Barrera, sacristán, y Francisco Yánez, prioste de dicha cofradía. El dicho prioste comunicó a los hermanos que bien sabían que la cofradía tenía unas casas en Carmona, al barrio del Cerrillo, que se las dejó María Caballero sobre la cual estaba situado un tributo de cien ducados de que se pagan réditos al convento de Santa Clara y una memoria de veinte reales al convento de San Francisco de esta ciudad. Que dado que la citada casa está casi arruinada no da para pagar el citado tributo. Por lo que acordaron renunciar la casa en los dueños de dicho tributo y memoria por lo que le dieron poder al prioste para que otorgase las escrituras pertinentes.

(A.P.C., Escribanía de José Ruiz Bravo, 1696).

8-9-1698

San Bartolomé

Antonio de Luna, vecino de Carmona, prioste de la cofradía de las s Ánimas de la iglesia de San Bartolomé arrienda unas casas de la cofradía, en la calle del Horno Palomino, a María Rodríguez, viuda de Diego Hernández, y a su hijo, Diego Hernández, por un precio anual de tres ducados y medio.

(APC, Roque Jacinto de Santiago 1698, fols 758r-758v).

2-2-1719

San Pedro

Cabildo de la cofradía de Ánimas de San Pedro, con presencia de los siguientes hermanos: Juan Laso Mancera, vice-beneficiado de la dicha iglesia, Felipe de Santiago y Luna, vice-beneficiado, don Juan de Espinosa, Diego Perea de Miralles, ambos presbíteros, José de Perea Hermano mayor, Francisco de la Barrera, Francisco Muñoz, Juan Gutiérrez Caraballo, Juan Canelo, Esteban de Rivas, Jacinto de Rivas, Francisco López, Luis Escribano, Pedro Gil, Francisco Sánchez, Juan López, Sebastián Rodríguez, José Rodríguez, José Navarro, Joaquín Martín del Álamo y otros no especificados. El hermano mayor propuso a Francisco Sánchez y la hermandad a Joaquín Martín del Álamo y a José de Perea. Por votos secretos sacó más votos José de Perea por lo que quedó reelegido.

(APC, Francisco González Flores 1719, fols. 25r-25v).

1-10-1719

San Pedro

Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Pedro, en el que el prioste José de Perea manifestó a los miembros de la hermandad que Manuel Álvarez dejó en su testamento 50 ducados de tributo. Leyó la cláusula del testamento y todos lo aceptaron.

(APC, Francisco González Flores 1719, fols. 211r-211v).

2-2-1720

San Pedro

Cabildo de la hermandad de las Ánimas de San Pedro, en el que José de Perea, prioste, manifestó que llevaba tres años de hermano mayor y que no podía seguir por sus muchas ocupaciones. El citado prioste propuso dos candidatos, Juan de Sosa y José Navarro, saliendo elegido por mayoría el primero.

(APC Francisco González Flores 1720, fols. 293r-293v).

2-2-1721

San Pedro

Cabildo de la hermandad de Animas de San Pedro, con la presencia de los siguientes hermanos: Juan Caro Mancera, beneficiado, Juan de Sosa, prioste, Francisco de la Barrera, Juan González, Francisco Rodríguez, Antonio Franco, Juan Gutiérrez Caraballo, José Sánchez, José Perea, Miguel Jerónimo, Juan esteva, Diego Alcaide, Alonso Bravo, Francisco Berrocal; Juan Rodríguez, Diego López Cillán, Sebastián Martín; José Rodríguez, ¿? Pacheco, Cristóbal Saucedo, Ignacio Vidal, Francisco Hidalgo, Manuel Rivero y Sebastián Ojeda. Resultó reelegido como prioste Juan de Sosa.

(APC, Francisco González Flores 1721, fols. 572r-572v).

6-3-1725

San Pedro

Cabildo de la cofradía de Ánimas de San Pedro para nombrar prioste. Salió electo Antonio Domínguez, vecino de Carmona, y éste nombro por alcaldes a Juan Rodríguez, José Gutiérrez, José de Marchena, Sebastián Martín, Luis Escribano, Juan de Olivares, Juan de la Cuesta y por contadores a don Manuel del Raso y don Fernando Canelo presbíteros, curas de san Pedro

(APC Alonso Núñez Parrilla 1725, fols. 112r-112v).

18-7-1731

Santa Clara

La cofradía de las Benditas Ánimas del convento de Santa Clara de Carmona compró un olivar de dos aranzadas y veinte pies, en el sitio de Matallana, a Catalina Villegas y Solís, viuda de Gerónimo Cansino de la Barrera, por un precio de 210 ducados.

29-8-1747

San Pedro

Comparecieron, de una parte, Manuel Antonio Raso, presbítero más antiguo de la iglesia de San Pedro y hermano mayor de la hermandad de Ánimas del mismo templo y, de la otra, Andrés Martín Labrador, vecino de Carmona, en la calle de la Tinajería, collación de San Pedro. Este último dijo que José cansino, natural de Carmona y vecino de Alcalá de Guadaira había heredado unas casas de María y Catalina Cansino, hermanas de Juana Cansino, su madre. Y por renuncia de éste y del hermano Francisco de la Barrera, ermitaño en las cuevas del Alcor de Santa Lucía, cerca y extramuros de Carmona, por renunciación de ellos, el heredero era él (Andrés Martín). La casa estaba en la calle de los Carpinteros, en dicha collación de san Pedro, linde con casas de Francisco Ronco y otras de Juan Plata, ambos vecinos de Carmona. Y reconocía un tributo sobre la casa a favor de la cofradía de Ánimas de 113 ducados de principal de que se pagaban 1.203 reales y medio de vellón.

(APC Alonso Núñez Parrilla 1747, fols. 598r-601v).

12-3-1755

San Felipe

José Pérez, prioste de la cofradía de las Benditas Animas de San Felipe arrienda media casa a Julián José y a Bernabé Ramírez, vecinos de Carmona. La citada casa está en el Berrocal y formaba parte de una capellanía que recibió la cofradía. La otra mitad de la casa es de Francisco de Montoya. Se arrienda por tres años que terminan el día de San Juan Bautista de 1758. Se arriendan por 20 ducados anuales, abonados por tercios.

(A.P.C. Agustín López Cebreros 1755, fols. 144r-144v).

2-2-1757

San Bartolomé

Cabildo de la hermandad de Ánimas, siendo presentes los siguientes hermanos: Martín Nieto, Pedro Vázquez, Juan Franco, presbíteros y vice-beneficiados de dicha iglesia, Santiago Freire, asimismo presbítero, don José Marín, Alonso Enríquez; Alonso Pérez, Manuel de Santiago, Manuel Reyes, Manuel de León, José Álvarez, Domingo de Luna, Vicente Rodríguez y Francisco López. Nombraron por nuevo prioste por un año a José Álvarez que aceptó. Nombraron para pedir la limosna mensual en marzo al prioste; en abril a Manuel de los Reyes; en mayo a Alonso Enrique; en junio a Alonso Pérez; en julio a Francisco López; en agosto a Vicente Rodríguez; en septiembre a Domingo de Luna; en octubre a Francisco Morales; en noviembre a Manuel de los Reyes y en diciembre a José de León

(APC Agustín López Cebreros 1757, fols. 81r-81v).

21-7-1757

El Salvador

Miguel de Gálvez, como prioste de la cofradía de Ánimas, alquila unas casas propiedad de la hermandad a Francisco Alcaide. La misma se ubicaba en la calle del Real y se arrendaba por tres años al precio de 36 ducados anuales.

(APC, Escribanía de Agustín López Cebreros 1757, fols. 423r-423v).

18-9-1757

San Bartolomé

Cabildo de la cofradía de las Ánimas de San Bartolomé, en presencia de los siguientes hermanos: Martín Nieto y Auñón, presbítero, Pedro Vázquez, don Francisco Roales y Juan Franco, presbíteros, don José de los Reyes y don José de Huerta, clérigos de menores, don José Marín sacristán mayor de dicha parroquia, José Álvarez, hermano mayor de dicha cofradía, Juan González Tello, don Manuel de los Reyes, Manuel de León, Francisco González, Luis de Reina, Vicente Rodríguez y Alonso Enríquez, sacristán menor de la nominada parroquia. Dijeron que la dicha cofradía tenía, en la Barbacana, una casa que estaba casi arruinada, hecha solar, y que no tenían medios para repararla. Y que Francisco Duarte, vecino de Carmona, la quería tomar a tributo, comprometiéndose a repararla. Se acordó que el hermano mayor pidiese la licencia oportuna al provisor para hacer la operación.

(APC, Agustín López Cebreros 1757, fols. 543-543v).

13-12-1769

El Salvador

Lorenzo Rodríguez, clérigo de menores de Carmona, como principal, arrendó a la hermandad de Ánimas de El salvador y a su hermano mayor, Cristóbal de Ojeda, unas casas de morada que la hermandad tenía a las espaldas de la cárcel, collación de El Salvador. La arrienda por tres años que se inician el día de San Juan Bautista de 1770, por tres años, a razón de 30 ducados anules, pagados por tercios.

(APC Manuel de la Rúa 1769, fols 250r-250v).

5-12-1772

San Bartolomé

En el cabildo de la hermandad de Ánimas se eligió como hermano mayor a Miguel González de Olivera, presbítero. El hermano mayor saliente era Juan González Serrano.

(APC Manuel de la Rúa y Morillo 1572, fols. 248r-248v).

 

20-12-1772

Santiago

Cabildo de la hermandad de Ánimas en el que se reeligió por un año más como hermano mayor a Ignacio de Araos, presbítero.

(APC Manuel de la Rúa Morillo 1772, fols. 252r-253v).

9-4-1774

San Bartolomé

Cabildo de la hermandad de Ánimas en el que Juan González, presbítero y hermano mayor de la citada cofradía, reconoció que el 11 de diciembre de 1757 se dio un tributo redimible a Francisco Duarte y su esposa situado sobre unas casas ubicada en la Barbacana baja. Dado que se había perdido el documento original del tributo, ahora se ratificaba.

(APC Agustín López Cebreros 1774).

1776

Santiago

Se reunió el cabildo de la hermandad de Ánimas, compareciendo en la sacristía de la iglesia los siguientes hermanos: Felipe Antonio Canelo, presbítero cura de la iglesia, Isidoro Díaz de Ojeda, Pedro Cansino y Osorno, Ignacio de Araos, los tres presbíteros beneficiados de la iglesia, Bartolomé Rodríguez, clérigo diácono, Francisco de Rueda y Vilches, Francisco Díaz de Ojeda, Joaquín Tinoco, Gaspar Peña, Eusebio Álvarez, José de Costa, Francisco Peña, José López, Salvador Rodríguez, Juan López, Vicente Fernández, Juan de Silva Manuel Talavera y Cristóbal Álvarez Gallego, vecinos de Carmona. El hermano mayor, Ignacio Araos, dijo que Alonso Espinosa, en su testamento del 17 de septiembre de 1768 dejó una casa en la calle de Calatrava, collación de Santiago a sus cuatro sobrinas: Rosalía, Juliana, María Andrea y Josefa Espinosa en usufructo y una vez fallecidas, pasase dicha propiedad a la hermandad. Se valoró en 10.156 reales, pues incluía bodega, cuatro tinajas, su lagar, viga y pilón que las sobrinas querían dar a la hermandad a cambio de los pertrechos de la bodega. Deciden que se consulte con abogados.

(APC Manuel de la Rúa 1776, fols. 8r-9v).

5-12-1781

San Pedro

Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Pedro, compareció

Bernardo de Roa, vecino de Carmona, y dijo que a consecuencia de sentencia de remate pronunciada por el corregidor se colige demanda de la citada cofradía de Ánimas contra Bartolomé Barrera, vecino de Carmona, sobre cobranza de 821 reales y 11 maravedís de renta de unas casas.

(A.P.C. Diego de Piedrabuena 1781).

10-3-1782

Santiago

Poder de la cofradía de Animas de Santiago a su prioste, mediante su prioste, don Ignacio de Araos y Cabrera, presbítero de la iglesia de Santiago, a Antonio Castellano y Pedro Ortega, procuradores de número de esta ciudad, y a José Adrián Leal y a Patricio de Puertas, procuradores de la audiencia de Sevilla, y a Antonio Castroviejo que lo es de la chancillería de Granada.

(AP.C. Agustín López Cebreros 1782, fols. 38r-38v).

19-5-1782

San Pedro

Cabildo de Animas, en el que Antonio Caballero, hermano mayor, pidió que se nombrasen dos alcaldes que hacían falta y aceptó la hermandad nombrando como tales a Alonso de la Barrera y a Juan Felipe Caballero. Asimismo, propuso crear otra hermandad en los mismos términos que la de los hombres pero de mujeres, sin que tengan que pagar nada más. Los hermanos aceptaron su erección por unanimidad.

(APC, Diego de Piedrabuena 1782, fols 93r-95v).

19-7-1787

San Pedro

Se reúnen los hermanos de la cofradía de Ánimas y encargan a Juan Correa Gallego el cobro de 200 reales que quedó debiendo a la corporación Juan de Santiago, carpintero finado, sobre una casa en la calle de los Montánchez, y una viña a la Ladrillera. Que paguen sus hijos Juan, Alonso y María de Santiago.

(APC Alonso Núñez Parrilla 1787, fols 297r-297v).

8-12-1787

Santiago

Comparecieron los siguientes hermanos: Ignacio de Araos, presbítero y actual hermano mayor, don Pedro Cansino, presbítero; Mateo del Pino, presbítero; don Francisco de Rueda Vilches, clérigo de menores, Marcos Cansino, Antonio Santaella, Manuel Díaz, Juan Gómez, Juan Rodríguez Peña, Manuel Talavera, Antonio Álvarez, Fernando Pérez, José Navarro, Francisco Sánchez y Juan Peña. El hermano mayor comunicó que no podía continuar por sus muchas ocupaciones y resultó electo, por un año, Mateo del Pino quien aceptó. Por contadores se eligió a Ignacio de Araos, presbítero y a Fernando Pérez porque se desistieron Francisco de Rueda y Pedro Cansino.

(APC Manuel Rodríguez 1787, fols. 249r-251r).

18-9-1790

El Salvador

Cristóbal de Ojeda, hermano mayor de la hermandad de Ánimas, arrienda unas casas propiedad de la corporación, en la calle de Sancho Ibáñez, a Manuel y Juan Pérez, por tres años que empezarían a contar desde el 24 de junio del año siguiente, por un precio anual de 28 ducados .

(APC Francisco de Paula Mesa 1790, s/fol.).

 

 

1 MORENO VALERO, M.: “Costumbres acerca de los difuntos en Los Pedroches (Córdoba)”, Gaceta de Antropología Nº 11. Córdoba, 1995, pág. 12.

2 FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel: Luces y sombras de la España Imperial. Madrid, Espasa Calpe, 2004, Pág. 29.

3 Sobre la cuestión puede verse el interesante artículo de CILLÁN CILLÁN, Francisco: “La creencia en el más allá, parte I”, Ars et Sapientia Nº28. Cáceres, 2009, Pág. 99.

4 Sobre el particular véase la clásica obra de LE GOFF, Jacques: El nacimiento del Purgatorio. Madrid, Taurus, 1981.

5 La Biblia no hablaba explícitamente del purgatorio, aunque en algunas afirmaciones se insinúa su existencia. Fue a partir del siglo XVI cuando se generalizó su existencia en la ortodoxia cristiana. RODRÍGUEZ, José Luis: “Las cofradías de Ánimas en Extremadura”, Ars et Sapientia Nº 27. Cáceres, 2008, Págs. 168-169.

6 ROMERO MENSAQUE, Carlos José: “Una cofradía singular de frailes y monjas. La hermandad de Jesús Nazareno y conmiseración de las Ánimas Benditas de Sevilla”, Archivo Dominicano Nº 32. Salamanca, 2011, p. 166.

7 ROMERO MENSAQUE: Ob. Cit., p. 165.

8 Los ingresos proceden de lo que pagaron en función del situado de 1717. Véase mi artículo: “Las cofradías de Carmona y Guadajoz a través del situado de 1717”, Boletín del Consejo de Hermandades y Cofradías de Carmona, Carmona, 2013, pp. 31-38. Los priostes, en cambio, son los que tenían dichas hermandades en un listado de 1798. GARCÍA RODRÍGUEZ, Antonio y José GONZÁLEZ ISIDORO: Las imágenes titulares de la cofradía carmonense de la Humildad y Paciencia. Carmona, 1983, págs. 38-39. La hermandad de ánimas de Santa Clara no figura en el listado de 1798 pero nos consta su existencia por otros documentos. Tributo redimible de 200 ducados de juro para Manuel López Mayoral, quien los recibe de la cofradía de las Benditas Ánimas del convento de Santa Clara. Carmona 1-II-11718. A.P.C. Roque Jacinto de Santiago 1718).

9 Al respecto pueden verse mis trabajos: Hermandades y cofradías en el partido de Badajoz. Badajoz, Junta de Extremadura, 2002 y “Hermandades y cofradías en la provincia de Córdoba a través del censo de 1773”, Ariadna Nº 17. Palma del Río, 2004, págs. 245-272.

10 De este retablo, desaparecido, conocemos el contrato del dorado con el maestro Fernando de Luque, el 24 de junio de 1632. Pero en él se alude a que sea el escultor Martín de Andújar quien eligiese al artista encargado de pintar las tablas del retablo. Ello parece indicar que él fue el escultor, aunque no se especifica el nombre del pintor. También se describe una parte del programa iconográfico: el Juicio Final en la tabla principal, el Arcángel San Miguel y el Ángel de la Guarda en otras dos de las seis tablas secundarias, y en tableros más pequeños los cinco profetas y en la parte superior la Santísima Trinidad y el Espíritu Santo. Véase mi libro: Carmona en la Edad Moderna. Sevilla, Muñoz Moya, 1999, pp. 204-205.

11 La cofradía en cuestión ha sido estudiada por el ya citado ROMERO MENSAQUE: Ob. Cit., pp. 156-179.

12 Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Pedro, Carmona, 19 de mayo de 1782. APC, Escribanía de Diego de Piedrabuena 1782, fols. 93r-95v.

13 El 4 de febrero de 1565 se reunieron en cabildo ante escribano público para dar poder a Alonso Guillén, presbítero, para que solicitase la aprobación del libro de reglas que tenían confeccionado, ante el provisor del arzobispado. A.P.C. Escribanía de Alonso de Marchena 1565, fols. 53r-54r.

14 LERÍA, Antonio: Cofradías de Carmona. De los orígenes a la Ilustración. Carmona, S&C Ediciones, 1998, pp. 35 y 111-112. Por cierto que El Curioso Carmonense alude a su fundación en 1594 lo que bien fue un error, o bien equivocó la fundación con alguna refundación o con la aprobación de unas nuevas reglas. El Curioso Carmonense (Ed. de Antonio Lería). Carmona, S&C ediciones, 1997, p. 107.

15 En los documentos del Archivo de Protocolos salen a relucir algunas propiedades de manera esporádica. Aunque no sea un estudio riguroso de sus finanzas nos pueden servir para poner algunos ejemplos de ese patrimonio: en 1603 poseían una casa abajo del Postigo que arrendaban. En 1696 eran propietarios de otra morada en el Cerrillo, que cedieron porque estaba arruinada y no ganaban para pagar el tributo que recaía sobre ella. También disponían de censos a su favor: en 1636 cobraron uno de 440 reales de principal que fue redimido. En 1719 Manuel Álvarez les dejó un tributo de 50 ducados en una manda testamentaria que los hermanos se apresuraron a aceptar. En 1747 la hermandad poseía un tributo de 113 ducados de principal por el que cobraba 1.203,5 reales anuales , sobre una casa situada en la calle Carpinteros.

16 El documento se conserva en el Archivo parroquial de San Bartolomé. Cit. en LERÍA: Ob. Cit., p. 121.

17 Cabildos del 1 de julio de 1685 y del 26 de agosto de 1686. APC, Escribanía de Juan Antonio Benítez 1685, fols. 314r-314v y el mismo escribano, año 1686, fols. 943r-943v.

18 LERÍA: Ob. Cit., pp. 123-136.

19 APC, Diego González de la Concha 1694, fols. 979r-979v.APC, Roque Jacinto de Santiago 1698, fols. 758r-758v. APC Agustín López Cebreros 1757, fols. 543r-543v y APC, Agustín López Cebreros 1774.

20 Testamento de Juan Barba, Carmona, 30 de mayo de 1571. APC, Gómez de Hoyos 1571. Trece años después María Sánchez del Corral le dejó en su testamento otros dos reales. Testamento de María Sánchez del Corral, viuda de Juan Gutiérrez de Marchena, 1594. A.P.C. Escribanía de Juan de Medina 1594.

21 Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Felipe, 30-XI-1679. APC, Pedro Ignacio Vidal 1679, fols. 750r-750v.

22 Cabildo de la hermandad de Ánimas de San Felipe, 12-III-1755. APC, Agustín López Cebreros 1755, fols. 144r-144v.

23 APC, Manuel de la Rúa 1769, fols. 250r-250v. APC, Francisco de Paula Mesa 1790, s/fol.

24 Miguel de Gálvez, como prioste de la cofradía de las Ánimas del Purgatorio de la iglesia parroquial de El Salvador, alquila unas casas propiedad de la hermandad a Francisco Alcaide. La misma se ubicaba en la calle del Real y se arrendaba por tres años al precio de 36 ducados anuales. Carmona, 21 de julio de 1757. APC, Escribanía de Agustín López Cebreros 1757, fols. 423r-423v.

25 APC, Manuel de la Rúa Morillo 1772, fols. 252r-253v. APC, Agustín López Cebreros 1782, fols. 38r-38v. APC, Manuel Rodríguez 1787, fols. 249r-251r.

26 APC, Gregorio Alanís 1636, fols. 521r-524v.

27 La casa se valoró en 10.156 reales y tenía en la parte trasera una bodega con todos sus pertrechos. En 1776 las sobrinas pactaron con la hermandad que ellas se quedarían con la bodega y a cambio cederían la casa a la hermandad. La hermandad decidió consultarlo con juristas por lo que desconocemos si se llegó a formalizar este acuerdo. APC, Manuel de la Rúa 1776, fols. 8r-9v.

28 LERÍA: Ob. Cit., p. 37.

29 Ibídem.

30 Formalización de tributo, 7 de septiembre de 1674. APC, Escribanía de Miguel de Vergara 1674, fols. 423r-424v.

31 Ibídem, pp. 131 y 137.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

 (Artículo publicado en el Boletín de Cofradías de Carmona. Carmona, Consejo de Hermandades, 2014, pp. 30-37).

 

COMPENDIO BREVE QUE ESCRIBIÓ GABRIEL DE VILLALOBOS, NATURAL DE LA CIUDAD DE CARMONA, AÑO DE 1635

        Interesante manuscrito en el que aparecen numerosos datos de interés, sobre la historia de Carmona, en particular sobre la estancia del Muley Xeque en Carmona, sobre la expulsión de los moriscos en 1610 y sobre la concesión del título de ciudad en 1630.

 

 SUMARIO

 

I: año 714: pérdida de Carmona

II: año 1246: Reconquista

III: año 1587: entrada del Príncipe de Marruecos

IV: año 1609: entrada de Jerife.

V: año 1610: expulsión de los moriscos

VI: año 1610: toma de Larache

VII: año 1630: título de ciudad a Carmona

VIII: San Teodomiro

IX: año 1494: nobles de Carmona

X: los Villalobos de Andalucía

XI: los Villalobos de Astorga

XII: año 1624: entrada de Felipe IV en Carmona

XIII: Gabriel de Villalobos de Carmona

XIV: sus hijos

 

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I: AÑO DE 714

 Pérdida de Carmona.

 

Reinando en España el rey don Rodrigo el año de setecientos y catorce se perdió Carmona y la ganaron los moros como parece por los archivos de Carmona y estuvo en poder de moros quinientos y treinta y dos años.

 

II: AÑO DE 1246

 Restauración

 

Reinando el santo rey don Fernando en España, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y doscientos y cuarenta y seis años, se ganó Carmona de los moros el día del glorioso apóstol, señor San Mateo, que es a veinte y uno de septiembre y este día entregó el moro que estaba en guarda de Carmona las llaves de la fortaleza al príncipe don Alonso, hijo del santo rey don Fernando, asentando su real el príncipe y el Santo rey en una ermita que está a la entrada de Carmona como se va de Sevilla y que se dice la ermita de Nuestra Señora del Real, donde hoy está una ermita de mucha devoción y en ella está una imagen de Nuestra Señora que allí dejó el santo rey don Fernando que la traía consigo que hoy está esta santísima imagen en la dicha ermita con mucha veneración.

Y el día del señor san Mateo que es el día que se ganó Carmona como queda dicho se saca aquel día la ciudad el pendón Real desde la iglesia mayor hasta la iglesia del señor San Mateo que es extramuros de Carmona, el cual lleva el alférez mayor el dicho pendón que es con el que se ganó Carmona y se hace una gran procesión general con el cabildo de la ciudad, clerecía y conventos y en la iglesia del señor San Mateo se dice la misa mayor y, acabada, vuelve la ciudad con su pendón con su procesión hasta la iglesia mayor de donde salió. Y el cabildo de la ciudad vuelve su pendón (a) donde lo sacó de su archivo. Y el día del glorioso señor San Mateo que es el día que se ganó Carmona se hace(n) en Carmona grandes fiestas.

 

III: AÑO 1587

 Entrada del Príncipe de Marruecos en Carmona.

 

Reinando en España el rey don Felipe nuestro señor segundo de este nombre el año de mil y quinientos y ochenta y siete entró en Carmona el Príncipe de Marruecos, acompañado de muchos moros, hombre mancebo, y se aposentó en los alcázares reales de Carmona donde estuvo aposentado tres años a costa de Su Majestad el rey nuestro señor y de Carmona y se fue a la ciudad de Andújar y, estando en la dicha ciudad, el dicho Príncipe de Marruecos y en el convento de Nuestra Señora de la Victoria se convirtió a nuestra santa fe católica y de allí se fue a la villa de Madrid, donde se bautizó y le pusieron Felipe.

 

IV: AÑO DE 1609

 Entrada del rey Xarife en Carmona.

 

Reinando en España el rey don Felipe nuestro señor tercero de este nombre. Entró en Carmona el rey Xarife que por otro nombre se llamaba el rey Muli Xeque con doscientos y treinta y cuatro moros y moras en primero día del mes de junio, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y seiscientos y nueve años y estuvieron en Carmona, en el Alcázar Real, a costa de Su Majestad el rey nuestro señor hasta sábado seis de febrero de mil y seiscientos y diez años y de aquí salió con toda su gente a costa de Su Majestad a la ciudad de Larache (sic), donde hizo entrega de ella a Su Majestad.

 

V: AÑO DE 1610

 Expulsión de los moriscos.

 

Reinando en España el rey don Felipe nuestro señor tercero de este nombre en diez y siete días de enero, día del señor San Antonio, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y seiscientos y diez años se apregonó (sic) en Carmona por mandado de Su Majestad la expulsión de los moriscos en que mandó Su Majestad saliesen desterrados de España y este día dicen se apregonó (sic) en todo el reino y salieron los moriscos fuera de él.

 

VI: AÑO DE 1610

 Toma de Larache (sic).

 

Reinando en España el rey don Felipe nuestro señor, tercero, el rey Muley Xeque contenido y referido atrás, después que salió de Carmona fue derecho a Larache, donde estuvo y en sábado veinte días del mes de noviembre de mil y seiscientos y diez años el dicho rey Muley Xeque entregó la dicha fuerza de Larache (sic) al Marqués de San Germán, en nombre de Su Majestad, el rey don Felipe nuestro señor. Que es al estampa de suso contenida la de Larache (sic) y el escudo de armas que está en ella es el del Marqués de San Germán.

 

VII: AÑO DE 1630

 Título de ciudad a Carmona.

 

Merced que Su Majestad el gran monarca del mundo y señor nuestro el rey don Felipe cuarto de este nombre hizo a la villa de Carmona de darle título (está en el archivo, escrito en pergamino, firmado de Su Majestad, en Madrid, en 27 de marzo de 1630) y de Muy Noble Ciudad; lo cual se pregonó en Carmona la merced que Su Majestad le hizo en domingo veinte y uno de abril año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de 1630 años, lo cual se pregonó en las plazas y calles más públicas de Carmona con trompetas y atabales y chirimías, saliendo la ciudad con su acompañamiento con sus maceros, siendo corregidor el doctor don Pedro de Mata y Linares y escribano mayor del cabildo don Gonzalo de Sanabria y Sotomayor.

 

VIII

 San Teodomiro

 

No olvidando hacer mención de los ilustres hijos de Carmona del júbilo mártir San Teodomiro que padeció martirio en la ciudad de Córdoba a los 25 de julio del señor de 851. Hace mención San Ugelio, libro 2º del memorial, cap. 6, y del padre Martín de Roa en el Flos Sanctórum de Córdoba en el cual pone una epigama (sic) que está esculpida en una puerta en la dicha ciudad de Carmona que mira hacia Córdoba y por elegante y tener alabanzas del mártir San Teodomiro y de la ciudad y dice así:

 

No por que en fuerte levantada altura

sitiada estoy o que de ricas mieses

mis vegas me coronen yo me ufano,

ni por que ya el lucero me visite

de su oriente, o tanto me engrandezca

de mis vecinos la nobleza antigua

más soy tres veces más dichosa y grande

de dos patronos por la gloria ilustre

o bien de Teodomiro, hijo mío,

o bien de Mateo, apóstol, por el suyo.

 

IX: AÑO 1494

 Nobles de Carmona

 

Y pues la epigrama se acuerda de los ciudadanos nobles de este lugar, pudiera hacer mención y catálogo general de mis antiguos linajes, remítome a su relación a mayor cuidado. Solo diré un llamamiento que hicieron los Reyes Católicos el año de 1494; y es copia y padrón de los nobles de España, ricos y confidentes del Rey don Fernando el quinto, de los cuales esperaba algún socorro y, discurriendo por las ciudades de España, nombra de Carmona los siguientes: Andino, testigo del Consejo; Juan de Rueda; Rodrigo de Góngora; Sotomayor, alcalde mayor; Sotomayor, el Sepite; el regidor Navarro Tamariz; Francisco Cansino; Francisco de Rueda; su hijo, Rodrigo de Góngora; Luis de Villalobos; su hijo de Pedro Méndez de Sotomayor (y) Leonís Méndez de Sotomayor.

 

 

X:

 Los Villalobos de Andalucía.

 

En la ciudad de Baeza fue dado un repartimiento a los caballeros del apellido Villalobos, el señor que dicen de Villalobos, cuyo linaje duró muchos años en el reino de Jaén, principalmente en la ciudad de Úbeda y Baeza y ciudad de Carmona desde que fue ganada a los moros por el rey don Alonso, hijo del Santo rey don Fernando, donde en los padrones de los hijosdalgo hay muchos caballeros de este apellido de Villalobos como se ve en ellos y muchos caballeros vecinos y naturales de la ciudad de Carmona de este apellido Villalobos han litigado su nobleza e hidalguía en la Real Chancillería de Granada de que han sacado ejecutorias que hoy tienen estos caballeros en la ciudad de Carmona. A mi ellos, como por vía de hembra han casado con gente ilustre y principal de la dicha ciudad de Carmona como en los lugares sus convecinos. Estos caballeros Villalobos, naturales de la dicha ciudad de Carmona, echan por armas dos lobos desolladas las caras vueltas atrás y la mano derecha un poco levantada en campo de oro, como hoy se ve en los escudos y armas de los Villalobos y en las ejecutorias que han litigado este apellido Villalobos en la dicha ciudad de Carmona.

 

XI:

 Los Villalobos de Astorga.

 

Este linaje de los Villalobos es ilustre y grande en el reino de León y una de las más antiguas casas de estos reinos, halláronse los señores de ella con su pendón en la batalla que el rey don Ramiro de León dio a los moros el año de 834 en el cual el bienaventurado señor Santiago apóstol, patrón de España, fue visto pelear con los infieles, se tiene hoy este pendón en gran veneración en la iglesia de Astorga. Se muestra cada un año el día de Nuestra Señora a los 15 de agosto acompañar el cabildo de aquella ciudad, saliendo a recibir el obispo con su pendón en memoria de aquella gran victoria que nuestro Señor fue servido de dar a España por la cual fue cobrado el reino del tributo de las doncellas que los moros infringieron sobre el rey Mauregato, por cuya victoria el reino de España ofreció a la iglesia del señor Santiago por voto perpetuo las rentas de las juntas que dicen de los votos que hoy pagan en todas ellas, como consta por el privilegio de los votos dados a 25 de mayo, año del Señor de 834. En cuya memoria, en la procesión solemne que en cada un año por ella se hace, como está referido, llevan al templo ciertas doncellas que van cantando con unos atabalejos antiguos de extraordinaria hechura del tiempo de la batalla en la cual iglesia los señores de esta casa tienen asiento con los canónigos de ella porque la primera silla del coro se sienta el Obispo y a su diestra el Rey y a la siniestra el señor de la Casa de Villalobos. Y se le da su pitanza como a beneficiado de ella, como consta por el pleito que pasó en el Real Consejo de Castilla y entre el Marqués de Astorga y el concejo, justicia y regimiento de aquella ciudad y de la una parte el obispo y de la otra el señor de la Casa de los Villalobos sobre que el obispo no quería salir a recibir el estandarte de guardar la costumbre que se tenía en esto, fue dada sentencia contra el obispo. Véase pintada esta batalla de Estromada (sic) Victoria de mano de Mateo Alegio (sic), pintor de su Santidad en Sevilla en la capilla mayor del señor Santiago1, véase en ellas las armas del linaje de los Villalobos.

 

XII: AÑO DE 1624

 Entrada de Su Majestad en Carmona.

 

En veinte y siete de febrero año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y seiscientos y veinte y cuatro años entró en Carmona la majestad Real del Rey don Felipe nuestro señor, cuarto de este nombre, acompañado de muchos príncipes y se fue Su Majestad (a) apear a las casas de Alonso Bernal Escamilla, regidor perpetuo de Carmona, que son a la collación del señor Santiago y allí estuvo Su Majestad una noche y otro día por la mañana salió Su Majestad para la ciudad de Sevilla. Y en esta ocasión era corregidor en Carmona el licenciado Juan Bautista Fermín del Consejo de Su Majestad y su oidor en la real de Navarra y en viernes primer día de marzo del dicho año de mil y seiscientos y veinte y cuatro entró Su Majestad en Sevilla en público y entró por la puerta Macarena, viniendo de San Gerónimo donde se había apeado y fue derecho hasta el Alcázar.

 

XIII:

 Gabriel de Villalobos de Carmona.

 

Desde aquí entra la genealogía de mi Gabriel de Villalobos, hijo legítimo de Gabriel de Villalobos, escribano público que fue de Carmona, y de doña Elvira de Escamilla Tamariz y Hoyos, naturales de la ciudad de Carmona. Y la genealogía de doña Ana de la Vega de León, mujer legítima de mi el dicho Gabriel de Villalobos, hija legítima de Alonso de la Vega y de Magdalena Núñez de León, su legítima mujer, vecinos y naturales de la ciudad de Sevilla, como todo se verá muy clara y distintamente en este compendio breve y recopilado todo.

 

XIV:

 Sus hijos.

 

Don Gabriel de Villalobos, escribano público de Carmona, nació en Carmona el 8 de septiembre (de) 1583, hijo de otro Gabriel de Villalobos, también escribano público, fue su padrino el escribano mayor del cabildo, don Pedro de Hoyos. Tuvo 13 hijos, 8 murieron muy pequeños, los 5 restantes son los siguientes:

-Doña Francisca de Villalobos, nació en 1609, casó con Andrés de Subiarne.

-Pedro de Villalobos y de la Vega, (nació en) 1613, el cual pasó a los reinos del Perú por el mes de julio del año de 1626, siendo de edad de 13 años. Reside hoy en la villa Imperial de Potosí.

-Sebastián de Villalobos, clérigo, (nacido en) 1618.

-Doña Elvira de Escamilla Tamariz, (nacida en) 1620.

-(y) doña Luisa de la Vega (nacida en) 1625.

Fueron y son cristianos viejos descendientes de tales, de limpia casta y generación, sin raza ni mácula de moro, ni judíos, ni de otra secta nuevamente convertidos.

(El manuscrito fue transcrito por Jorge Bonsor, quien dice que el original se encontraba en el Archivo del carmonense don José de Romera. Archivo General de Andalucía -A.G.A.-, fondo Bonsor, Legajo 17, parte 19).

1 Se refiere a la obra del pintor italiano Mateo Pérez de Alesio que pintó para la iglesia de Santiago de Sevilla en torno a 1585.

(Transcripción de Esteban Mira Caballos)