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Historia de Sevilla

EL SANTO ENTIERRO GRANDE DE SEVILLA EN 1729

 

Por Esteban Mira Caballos

 

 

Teníamos constancia fehaciente del desfile procesional del Santo Entierro en 1729 por la descripción que de él ofreció en el siglo XIX, Félix González de León1. Para dicha descripción se basó en un impreso que no identificó, que resumió y en el que además introdujo algunas imprecisiones, e incluso, algún error.

Hace unos meses estando en la Biblioteca Nacional cayó en nuestras manos dicho impreso2. Por ello hemos creído oportuno transcribir la descripción completa y ofrecer asimismo algunos comentarios adicionales. Se dice al comienzo de la relación que el motivo de su publicación era que muchas personas que no pudieron acudir al desfile supiesen de su grandeza. Al parecer era costumbre de la corporación sacar una narración impresa de sus cortejos procesionales, pues, así se afirma al comienzo de la relación.

Para nosotros, el resumen que hizo González de León es válido para conocer los componentes que hicieron el desfile. Sin embargo omitió, por ejemplo, aspectos que hoy nos podrían parecer importantes como la descripción de los tres pasos que participaban en el desfile: el de la Santa Cruz, el del Santo Sepulcro y, finalmente, el de la Virgen de Villaviciosa. Asimismo no se detuvo en la descripción de las 12 sibilas que acompañaban al cortejo y que portaban interesantes mensajes.

Se trataba realmente de un cortejo ampuloso, magnánimo pero quizás también excesivo y hasta grotesco. Era probablemente la más genuina y ampulosa manifestación callejera de fe de la Sevilla Moderna, esencia pura de la doctrina contrarreformista.

Sin más, dejemos paso a las propia voz de la época, con sus elocuencias, sus expresiones y sus grandilocuencias.

 

DESCRIPCIÓN DEL MODO EN QUE EJECUTÓ SU ESTACIÓN LA COFRADÍA DEL SAGRADO ENTIERRO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y MARÍA SANTÍSIMA DE VILLAVICIOSA, sita en su capilla del monte Calvario cerca de la Puerta Real, extramuros de esta nobilísima ciudad de Sevilla, Viernes Santo, 15 de abril a las tres de la tarde de este año de 1729. Hallándose presentes para verla en su tribuna en la santa iglesia patriarcal los señores reyes católicos don Felipe Quinto y doña Isabel Farnesio (que Dios guarde) acompañados de los señores príncipes de las Asturias, don Fernando y doña María Bárbara: y los serenísimos señores infantes don Carlos I, don Felipe, asistidos de los ilustrísimos señores deán y cabildo de dicha santa iglesia, y de su corte y grandeza.

Dedicado a la real, piadosa, y grande majestad de nuestro rey el señor Felipe V, el animoso Rey de las Españas, hermano mayor de dicha hermandad.

 

Para que la devoción de los fieles a tan piadoso espectáculo, que no pudo concurrir a verlo, logre parte de esta dolorosa representación, acordó la hermandad se imprima la relación de su Estación en la forma, que otros años se ha ejecutado.

Daba principio el muñidor de la hermandad con su ropa talar de damasco morado, franjeada de plata con una campanilla de plata, y escudo del mismo metal, esculpidas de relieve las armas de la cofradía, que son un sepulcro, y tres cruces.

Iban a sus lados dos clarines sordinas con túnicas de Nazarenos, y en ellos banderolas de tafetán negro, pintadas por la una parte la Santísima Cruz, y dos escaleras arrimadas a los brazos, y por la otra el Santo Sepulcro con tres cruces.

Continuaban, haciendo lugar, para que pudiese seguir sin confusión la procesión en tan numeroso concurso, cuatro diputados con sus varas, y escudos de plata en ellas con las armas de la Hermandad, que lo fueron D. Diego Silvestre, D. José Malaver, D. Gerónimo López, y D. Manuel de Silva: a cuyo celo se debió haberse formado con toda orden en el distrito desde la capilla hasta la plaza del Duque de Medina-Sidonia.

Seguían niños3 de la Doctrina con opas, y roquetes, cada uno con un cirio amarillo de seis libras, y un maestro eclesiástico, que los gobernaba.

Continuaban veinticuatro hermanos en traje militar de negro con hachas amarillas, asistiendo al estandarte verde de damasco con cruz blanca de lo mismo (primera insignia de la cofradía) cruz, y vara de plata, cordones, y borlas verdes, y oro: lo llevaba nuestro hermano D. Fernando de Mendoza, escribano segundo de la Hermandad; le acompañaban dos diputados con sus varas, con insignias como los antecedentes, que lo fueron D. Gregorio Villegas, y D. Francisco Díaz.

Proseguían cincuenta hermanos en el mismo traje militar y con hachas amarillas como los antecedentes; y finalizaba la Manguilla de terciopelo negro, cruz, vara, columnas, tarjetas, remates, frisos, y puntas todo de plata: y la llevó D. Francisco González, nuestro hermano.

Después treinta hermano en el mismo traje, y con luces amarillas como los antecedentes; finalizando el estandarte negro con cruz roja, todo de raso liso, cruz y vara de plata, cordones, y borlas negro, y plata: y lo llevó D. Pedro García Barrio, escribano primero de la cofradía.

Asimismo proseguían veinte hermanos con hachas amarillas como los anteriores, y copia de ministriles, tocando en canción fúnebre, y dos eclesiásticos con dalmáticas con dos incensarios; y dos clarines sordinas como los antecedentes. Venía al cuidado de los hermanos D. Luis de Bilches, fiscal primero, y D. Francisco Ortiz Reyes, fiscal segundo, todo este cuerpo de cofradías; y traían sus varas con escudos como los antecedentes, y gobernaban el paso de la Santísima Cruz, que iba en este lugar; y se compone de urna de talla dorada con sus remates, y tarjetas, en que están repartidos atributos de la pasión de relieve con el estofado correspondiente; y sobre ella un elevado monte, símbolo del Calvario, que sirve de peana a la Santísima Cruz, a cuyos brazos llegan dos escaleras, que estriban sobre el monte, figurando las que sirvieron para bajar el cuerpo del Señor, todo verde y oro, cruz con toalla alba; al pie de la muerte, imitada en un esqueleto al natural, sentada sobre un mundo, humillada, la mano derecha en la mejilla; y el la siniestra la guadaña, y a la diestra bajada del árbol de la cruz un sendal de tafetán negro con esta inscripción en letras de plata: mors mortem superavit. Delante de este cadáver iba una serpiente con una manzana en la boca, a las esquinas cuatro hachas amarillas, faldones negros con guarniciones doradas, que ocultaban treinta hombres de fuerza, que lo conducían, y uno en los exterior que lo gobernaba.

Continuaban sesenta hermanos4 con hachas blancas, y en el mismo traje militar de negro, dos clarines sordinas, como los antecedentes, y dos diputados como los otros para su gobierno, que lo fueron D. Pedro de Nabia, y D. Ignacio Ribero.

Seguía la compañía de banderas, que marchó de capitán D. Pedro Álvarez, nuestro hermano, armado de armas blancas, todos los treinta y seis soldados con banderas arrastrando, y mantos capitulares de tafetán negro, todos con coletos largos, bandas, y cabos negros, botines blancos, uniformes: todos los cabos armados según el Capitán, y con todo lucimiento. Luego que oscureció, llevaron luces en las manos, que se tuvieron de prevención para ello por la hermandad: seguían veinte hermanos en el mismo traje, y con luces como los antecedentes.

Seguía otra compañía de armados con el mismo traje, sin mantos, ni banderas, solo con picas arrastrando: y así en una como en otras banderas negras con cruz roja, cajas enlutadas, destempladas, y los que las llevaban, y los pífanos vestidos de negro.

Seguía la mujer Verónica vestida a proporción de su oficio, bien prendida, con el adorno correspondiente de diamantes, y oro, con toca, y sendal de encaje negro, sobrepuesto, una bandera con un pelícano con sus polluelos, dándoles u sangre en escudo de plata, y encima con letras de oro este mote: similis factus sum pelicano solitudinis. Pfalm. 101. Y a la parte interior este otro: livore ejus sanati sumus. Ifai. Cap. 53. Y en el reverso las armas de la cofradía.

Después las sibilas, que se adornaban en primoroso traje, cada uno al uso de su provincia; pero emulándose en joyas, y preseas de los mejores tisues, ricamente vestidas doce niñas hermosas, de distintas edades hasta ocho años, por la serie, y orden que profetizaron.

1.-La primera una tarjeta al hombro izquierdo, que decía PÉRSICA, y un velo blanco con este mote: El Celestial Redentor/ al mundo descenderá/ cuya Madre vestirá/ velo de niveo candor.

2.-LYBICA, de color negro con su tarjeta como la antecedente, y su nombre en ella, y unos rayos de luz con esta cifra: Manifestará el Señor/ la luz; y de los profetas/ las profecías completas/ cesará el firme clamor.

3.-DELPHICA; adornada con todo primor como las antecedentes con su tarjeta, y en ella un Niño Dios recién nacido, y esta inscripción: Sin consoción varonil/ de una Virgen singular/ nacerá un profeta a dar/ la muerte a la culpa vil.

4.-CUMEA, adornada en la misma forma, y su tarjeta una estrella, y este jeroglífico: La estrella maravillosa/ por un Niño brillará; y el Mago la ofrecerá/ triple ofrenda misteriosa.

5.-ERITREA con una trompeta del Juicio, que descifraba en esta forma: Con majestad soberana/ el mismo Rey celestial/ en el juicio universal/ descenderá en carne humana.

6.-SAMIA con el símbolo de una mula, y un buey, figurados de rodilla, y esta explicación: De una Virgen nacerá/ pobre el Señor soberano,/ y la adoración muy ufano/ el bruto le rendirá.

7.-CUMANA, y en el escudo una imagen de Cristo Señor nuestro resucitado, y esta redondilla: El hado acerbo, mortal/ sufrirá el Señor tres días;/ y después con alegrías/ verá el reino celestial.

8.-HELESPONTICA, delineada en la tarjeta la Anunciación, y la letra dice así: Se confirmará en el cielo/ el consejo del Señor/ La más virginea flor (sic)/ se anunciará su consuelo.

9.-PHRYGIA, representaba un retrato del Eterno Padre con espada desnuda como para castigo; y mediando su santísimo Hijo, decía: Vio al Señor enojado/ con los hombres; pero ya/ a su Hijo enviará/ a redimir el pecado.

10.-TIBURTINA, y una imagen de María Santísima Nuestra Señora con su santísimo Hijo en los brazos, dándole el preciosísimo néctar de su virginal Pecho, y este mote: O feliz aquella Madre,/ cuyos pechos cristalinos/ alimentarán Divinos/ al verbo eterno del Padre.

11.-AGRIPA figuraba en su escudo a Cristo nuestro bien, conversando con los hombres, con esta descripción: De una Madre nacerá/ el mismo Dios, y Señor; y en traje de pecador/ en carne conversará.

12.-CIMEA traía en su tarjeta las sacratísimas imágenes de Jesús, María, y José con la asistencia del Espíritu Santo en forma de Paloma, y letra que decía: Prodigio, que al mundo asombre/ se examinará en María,/ de quien con soberanía/ nacerá Dios hecho hombre.

A la muchedumbre del concurso no siguieron la estación alguna de ellas, que se afligieron y corrieron con la gente, que las perseguía.

Seguía una compañía de cuarenta y seis niños soldados con su paje de gineta, siendo capitán de ellos don Juan Canales, con tal primor, y arte, que pudieron emular a los que iban delante, todos uniformes, coletos largos, bandas, corbatines negros, bien guarnecidos, y alhajados todos los morriones; no faltándoles todas las circunstancias, así en lo bien armados, como en el que marchó del alférez don Antonio Caballero, con bandera negra; llevando sus granaderos de guardia, con escopetas; todos los soldados picas arrastrando, un chico con clarín sordina, dos con caja enlutada, y pífano, con libreas negras, franjeadas de plata: todos con botines blancos, y en todo uniformes; más que lo que su edad podía manifestar, políticos y cortesanos, dando admiración: iban a trechos, cuidando estos niños para su resguardo cuatro diputados como los antecedentes, que lo fueron D. Manuel Rodríguez, D. José López, D. Juan de la Rosa, y D. Juan López: todos tuvieron sus luces, luego que oscureció.

Después treinta hermanos con luces, como los antecedentes. Continuaba una compañía de cincuenta y dos niños con su paje de gineta, los siete ángeles príncipes, siendo capitán de todos un niño, que representaba a San Miguel, que fue D. Zeferino de Angulo: este iba armado con todas las armas, con bastón, y rodela, y ricamente adornado, como a quien representaba, manto azul tendido, guarnecido de plata, y en lo demás uniforme a seis, que le hacían escolta, en las rodelas las letras: quis sicut Deus?. Los seis armados de petos, espaldares, morriones, y brazaletes, picas arrastrando, toneletes negros, guarnecidos de plata, botines bordados de plata, tan iguales, que bien demostraban ser uniforme, los mantos de ricos tisues cogidos, y después los siete, que seguían, llevaban de cabo a San Gabriel, y tenía este su tarjeta con su nombre, que decía: Gabriel fortitudo Dei. Todos uniformes, como los antecedentes, y con túnicas rojas, y guirnaldas muy vistosas, y picas arrastrando, astón el príncipe. Después otros siete ángeles, siendo cabo san Rafael, uniformes como los antecedentes, túnicas doradas, y plata, tarjeta, que decía: Raphael medicina Dei. Picas arrastrando, y mantos cogidos. Continuaban otros siete ángeles, llevando por jefe a san Uriel, con uniforme igual a los otros, túnicas azules, y plata, tarjeta con esta cifra: Uriel ignis Dei, y todos en la misma postura que los anteriores.

Seguía uno de alférez, que fue D. José de la Rosa con armas de plata como San Miguel, manto negro guarnecido de plata, y tendido, bandera negra con cruz roja, y junto dos niños con caja enlutada, y destemplada, pífano, vestidos de negro franjeado de plata. Después iban otros siete llevando por capitán a San Sealtiel, todos uniformes, y túnicas naranjadas, y plata, mantos cogidos, guirnaldas, picas arrastrando como los demás, con su tarjeta, que decía: sealtiel oratio Dei. Continuaban otros siete, presidiendo San Jeudiel, uniformes como los demás, túnicas verdes, guirnaldas, y picas arrastrando, tarjeta con estas letras: Jeudiel mira Dei. Continuaban otros siete, siendo caudillo San Barachiel, uniformes con los otros, túnicas pajizas, y plata, guirnaldas, y picas, del mismo modo, que los demás, tarjeta, que decía: Barachiel benedictio Dei. Cuya compostura era de admiración, y más su cortés política para con todos.

Iban repartidos, asistiendo a estos niños, cinco diputados en la misma forma, que los antecedentes, que lo fueron D. Diego Cavero, clérigo de menores, D. José Canales, D. Juan de Andrade, D. Francisco Díaz, y D. Rafael Platas. Continuaban veinte hermanos con luces como los anteriores.

Seguían cuatro niños pequeños, sus edades hasta cinco años, representando cuatro doctores de la Iglesia, cada uno en el traje que le correspondía, vistosa, y ricamente adornados, cuyo aseo, y solicitud en tan lucidas escuadras se debió a los diputados D. Diego Cavero, clérigo de menores, y D. Diego Laureano Cabezas, en quienes la hermandad confió todo el mayor lucimiento en esta parte de sumo trabajo.

Iban en este lugar las tres comunidades del Real, y militar Orden de Nuestra Señora de la Merced, Casa Grande, Colegio, y convento de Señor San José, que es de la más estrecha observancia, interpolados, y con estolas negras en crecido número, con velas en las manos, como todos. Continuaban las cruces de las parroquias, presidiendo la de Señor San Vicente (en cuya collación está la capilla) con el diácono revestido, y dos ciriales de plata. Seguía el clero de dicha parroquial de San Vicente, y doce cirios de siete libras blancos, que los llevaban eclesiásticos con sobrepellices.

Iba una tropa de voces, y ministriles cantando: In exitu Israel de Egypto. Y en varios sitios motetes a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y después ocho eclesiásticos con dalmáticas, incensarios y ciriales de plata cuatro, que llevaban clérigos con sobrepellices. Iban rodeando el paso del Señor sacerdotes revestidos con casullas negras, e inmediatamente el paso del Sepulcro con la imagen del Señor cuyo dichosísimo hallazgo en la antigua casa de Colón, la misma, en que siempre ha estado su capilla, fue según la tradición en el tiempo de la conquista de esta ciudad; que acababa de hacer nuestro santo rey: pues habiendo estado oculto: vere Deus absconditus es tu. en el concavo de una pared todo el tiempo que los Agarenos inundaron estos dominios, en una sala baja, el -tre asistía una enferma paralítica realmente impedida de andar, y cayendo los ladrillos, que en forma de tabique encerraban este hermoso tesoro, salió de la cama al ruido, sin lesión, y libre del accidente, que padecía. Cuyo milagro y otros, que se repitieron: Memoriam fecit mirabilium fuorum. Con lo inopinado de la invención, llegando la noticia del Señor San Fernando, mando disponer su colocación, y esta hermandad, escribiéndose por su hermano mayor, lo que se ha continuado hasta hoy. A las cuatro esquinas iban de asistentes cuatro reyes de armas, vestidos de bayeta negra con galones de damasco carmesí, y en ellos escudos bordados de oro con las armas de la hermandad, mazas de plata y doradas: llevando a su cuidado el gobierno de este paso los tres priostes, D. Juan Díaz, y alcaldes, D. Lorenzo Cardero, y D. Pedro Bautista Salinas, acompañados del Dr. D. José de Xaurigui, presbítero, diputado camarero. Es el sepulcro de carey, cristales, y plata, en la pira tarjetas imitadas de plata, y de relieve diferentes misterios dolorosos pintados muy al natural, faroles, y blandones de plata, en que iban diez luces; esta por acabar por la calamidad de los tiempos. Llevaban este paso treinta hombres de fuerza ocultos con los faldones de brocado negro, y dorado: seguía el palio de terciopelo negro, que llevaban eclesiásticos con capas pluviales negras.

Iba en este lugar la numerosa compañía de la plana de inválidos, todos uniforme nuevo, cajas destempladas, y pífanos, bandera negra con cruz roja; y marchó de capitán D. Domingo Sabias; y todos con luces, y armas fusiles: Continuaban ciento y cincuenta hermanos con luces en el mismo traje, como los antecedentes, dos clarines roncos, tres diputados, que lo fueron D. Manuel Silvestre López, D. Gregorio Villegas, y D. Francisco Martín Salinas. En este cuerpo iba el Simpecado de terciopelo negro con letras, escudo y guarnición de plata de martillo, cruz, y vara de lo mismo, cordones, y borlas plata, y seda negra, lo llevaba don Juan Alonso de Lugo, y Aranda.

Los diputados D. Luis de Tovar, jurado de esta ciudad, y don Tomás Cavero llevaron el gobierno de toda la estación para su mayor unión por encargo de la hermandad: Seguía la música numerosa, cantando: Staba Mater, y doce hermanos con cirios de seis libras. En este sitio iban acompañando el paso de la Virgen el Conde de Ripalda, asistente, sustituido por el señor Hermano mayor, el teniente primero D. Tomás Pinto Miguel, y Don Diego de Lugo, veinticuatro de esta ciudad, y diputado mayor.

Iba el paso de Nuestra Señora de Villaviciosa que es una urna como la de la Santa Cruz, con su sitial, San Juan, las piadosas mujeres, y los santos Varones: lo llevaban treinta y dos hombres de fuerza, cubiertos como los demás, y después el clero, siguiéndose la justicia, yendo por cabo Don Juan Fernández de Berdoya, teniente segundo. Laus Deo.

1    GONZÁLEZ DE LEÓN, Félix: Historia crítica y descriptiva de las cofradías de penitencia, sangre y luz, fundadas en la ciudad de Sevilla; con noticia del origen, progresos y estado actual de cada una, y otros sucesos y curiosidades notables. Sevilla, 1852, pp. 178-192. Esta descripción ha sido utilizada y resumida a su vez por la historiografía posterior. Puede verse por ejemplo CARRERO RODRÍGUEZ, Juan: Anales de las cofradías sevillanas. Sevilla, Editorial Castillejo, 1991, pág. 520.

2    Biblioteca Nacional, R/ 2481921. Suponemos que deben existir otros originales de este impreso en distintas bibliotecas y archivos sevillanos.

3    En la descripción de González de León aparece la cifra de 24 niños que creemos fue un error en el copiado.

4    González de León, por error, escribe 70.

 

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